martes, 28 de octubre de 2014

IGLESIA DE SANTA CECILIA

        Crónica 18
        Iglesia de Santa Cecilia  

            Nos levantamos temprano, como de costumbre, desayunamos y echamos a caminar hasta llegar a la vía de Lungotevere in Sassia, donde cogimos uno de los autobuses que se dirigen al Trastevere, después de varias paradas, llegó la nuestra. De inmediato preguntamos donde se encontraba la iglesia de Santa Cecilia, a pasos lentos, pero continuos íbamos atravesando las adoquinadas y estrechas calles, en una de ella vimos una tienda, y en la pared de la misma un perro amarado a una cadena, la cual estaba sujeta a un eslabón que colgaba de la pared y, debajo un letrero que decía: “Dog parking” —parqueo para perros —. Llegamos al lugar, de inmediato te encuentra con un pequeño parque, en cuyo lateral hay dos edificios, y en entre ambos: una fuente, dentro de la misma un cántaro romano, al fondo; la iglesia de Santa Cecilia.
            Entramos y le dimos las gracias a Dios por permitirnos estar en tan sagrado lugar. Comenzamos el recorrido mirando hacia el techo de la basílica, al bajar la vista, frente a nosotros, como si estuviera durmiendo se encontraba una bella escultura de la santa reposando debajo del altar. Ella tenía los dedos de su mano derecha en la misma posición de la santísima Trinidad, en su cuello se veían las marcas del verdugo, y su cuerpo tal parecía que tenía vida, no sé como sucedió pero a mis oídos escuché una voz que me dijo: “José Luis, yo si tengo vida, mi cuerpo ya no existe, digo, solo en esta forma que me ves, pero mi espíritu está eternamente vivo”. Entonces me di cuenta que era verdad, pues ella estaba allí en cuerpo de mármol, pero en espíritu de vida, y de nuevo se había hecho presente para continuar contándome su vida, lo cual había comenzado la tarde anterior en las catacumbas de San Calixto. Se hizo un silencio sepulcral, sin embargo; una vez más se dirigió a mi, y me dijo: “Este no es el momento para continuar nuestra conversación. Cuando bajes donde están mis restos mortales, en la cripta de la galería, allí te narraré el resto de mi historia. Quiero que tan solo tu esposa y tú estén presentes, pues en esta oportunidad ella también podrá ver mi presencia y escuchar mi voz, aunque no lo quieras creer, no todos creen que el martirio que sufrí en el mundo de los vivos fue real. Así que les espero” —me dijo antes de que su voz desapareciera de mis oídos.
            Margarita y yo seguimos recorriendo la iglesia, en uno de las paredes estaba la tumba del cardenal Paolo Emilio Sfondrati, a su derecha; la del cardenal Adam de Hartford. En el techo, un fresco de Santa Cecilia en la Gloria; en fin, cualquier lugar que dirigíamos la vista, el hombre dejaba rastro de su unión con Dios. Después subimos unos cuantos escalones, pagamos dos entradas, entonces bajamos a los subterráneos, en los cuales había varios nichos, hasta que tuvimos un nuevo encuentro con Cecilia.      
            Al llegar al lugar la vimos, estaba más bella que nunca, tal parecía que se encontraban en tiempo presente. De su cabeza había desaparecido el velo que la envolvía, y las heridas del cuello estaban cicatrizadas.
            En el lugar había varias sillas donde se sientan los creyentes, mientras se oficia la misa. Nosotros nos mantuvimos de pie, pues queríamos llenar nuestras almas con la paz que existía en el lugar, nadie más estaba presente, por lo que la santa se dirigió a nosotros continuando el relato de su vida y muerte, comenzado el día anterior en las catacumbas.
            “Como ya les dije, mi alma y mi cuerpo se separaron porque el prefecto de Roma así lo dispuso. Yo acepté a Cristo en mi corazón, y Él me dio fuerza y valor para soportar todos los tormentos que ya conocen. Después de expirar, llevaron mi cuerpo hacia las catacumbas y por mucho tiempo no se supo de mí, pero yo quería que la humanidad supiera mi verdad, que supiera que yo la puedo acercar al Señor si creen el Él, es por eso, que muchos años después de mi partida me le aparecí al Papa Pascual I en sueño, al cual le informé donde se encontraba mi nicho, quien, fue a mi encuentro. Sacó mi cuerpo de donde estaba, y lo trasladó a está iglesia donde me encuentro ahora, por cierto, no fue la original, en fin; colocó mi cuerpo en un sitio resguardado para que nadie profanara mi tumba. Así el tiempo pasó, y un día salí de nuevo a la luz. En las nuevas excavaciones que se hicieron en la iglesia en el año de 1599, apareció una caja de madera y dentro: un féretro, en el cual estaba mi cuerpo intacto, en la misma posición que han visto en el altar mayor. Aquello fue un milagro del Señor, el que yo haya conservado mi cuerpo tal y como me dejaron cientos de años atrás. En fin, me nombraron patrona de la música, pues en mi boda yo había cantado de felicidad”. La santa hizo una pausa a la vez que continuó.
            “Ya conocen mi vida material y espiritual, solo quiero pedirles un favor” —hizo una nueva pausa y siguió—. “Cuando abandonen este templo, no digan que yo estoy muerta, anuncien que estoy eternamente viva en el corazón de quienes me aman. Que la muerte no existe, que lo que existe es un cambio de la vida material a la vida eterna. Canten al mundo que el Señor siempre estará con vosotros, tal y como siempre lo ha estado conmigo. Anuncien que cuando se muere en Fe, aunque no sea en nuestra creencia, se vive en Fe, y que solamente hay un Dios para todos, que es un Dios de amor y que siempre nos acompañará en los caminos de luz y también en los caminos de espinas”.
            Segundos después, la santa despareció de nuestra vista, por lo que Margarita y yo abandonamos el templo, más felices que nunca, pues de nuevo, habíamos estado en uno de los lugares sagrados donde el hombre deja de ser, para acercarse al creador.


        Apuntes de la Iglesia de Santa Cecilia
            La iglesia de Santa Cecilia está en el barrio del Trastevere, la cual se construyó en diferentes épocas, la primera en el siglo V, después en el año 822. En el 1724 se le hicieron reparaciones, también en 1742 y en 1823. En esta iglesia se encuentran los restos mortales de Santa Cecilia, y una bella escultura del escultor Stefano Maderno, representando la Santa en la misma posición en que se encontró su cadáver cuando se abrió el féretro el 20 de octubre de 1599. En el techo de la iglesia hay un fresco de Santa Cecilia en la gloria, del pintor Sebastiano Conca. En la iglesia hay varias tumbas, entre las que se cuenta la del cardenal Adam de Hartford. En las capillas hay frescos de una belleza inigualable, entre los que sobresale la degollación de Santa Cecilia. La cúpula está adornada con pequeños mosaicos, teniendo en el centro al Salvador, rodeado de personas. A su vez, el tabernáculo está compuesto por cuatro columnas y cuatro zócalos que sostienen la estatua de la Santa.

            La tumba de Santa Cecilia está en los subterráneos. Frente a la misma hay un pequeño espacio donde se oficia misa. En cuanto al campanario, está compuesto de dos niveles, pertenece a la época medioeval, y tiene una pequeña inclinación, aunque no hay peligro de que se venga al piso. 





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