Crónica 14
Palacio Barberini.
Había oído hablar tanto de
ella y de Rafael Sanzio que al enterarme de que en el palacio Barberini había
un oleo que la representaba quise llegarme al lugar, por supuesto; a mi esposa
nada le dije de cuales eran mis verdaderas intenciones, pues yo sabía que ella,
—la Fornarina— había llevado a Rafael a la muerte por exceso de sexo, razón por
lo cual yo quería conocerla, pues no todos los hombres tienen la suerte de
morir por amor.
Recuerdo que nos habíamos
bajado en el metro Barberini y caminábamos por la vía delle Quattro Fontane, en
busca del palacio. Al llegar, lo primero que vimos fue una fuente, la cual
dejaba mucho que desear si se comparaba con otras de Roma, pero como mi interés
no radicaba en la fuente; sino en el oleo de la Fornarina, pagamos nuestras
entradas y entramos al palacio, en el que no pude hacer uso de mis cámaras para
guardar los recuerdos de la visita, por lo que no me quedó más remedio que
comprar un libro, si es que quería entender mejor las obras que en el se
exhibían.
Ya en el mismo, Margarita
fue hacia una de las salas, y yo a otra, en la cual, en una cama invisible,
colgada a la pared estaba ella, más provocativa que nunca, con los senos al
aire y con cierto aire de candidez. Sin embargo; su verdadera intención era
provocar con su belleza a quienes allí llegaban, sobre todo; a los hombres. Sin
duda que Rafael, al no poder complacerla en todo momento, la hizo suya para
siempre al plasmarla en un oleo, no obstante, ella pudo más, y un día, cuando
él tan solo tenía 37 años, partió del mundo de los vivos. Y allí quedaba ella,
esperando a otros hombres para seguir con su orgia de amor. Mientras la
observaba, me guiñó un ojo, a la vez que me hizo una señal moviendo cuatro de
sus dedos de la mano derecha para que me acercara. Yo cerré los míos, pues
creía que era una ilusión óptica lo que había visto. Sin embargo; ella, al ver
mi indecisión se dirigió a mi e me dijo. “Ven por mi, que seré tuya” Entonces,
en vez de acercármele, me alejé a toda carrera, yendo en busca de mi esposa,
pues yo no quería terminar mis días cono el famoso pintor. Al llegar donde
estaba Margarita me vio sudoroso, al tocarme se dio cuenta de que yo estaba más
frio que un témpano de hielo por lo que me preguntó.
—¿Qué te pasa, qué estás tan frio?
—Nada —le dije—, aunque
tal vez me bajó la presión, pero no te preocupes. Ya me siento mejor. Sigamos
recorriendo el palacio Barberini que hay mucho que ver.
Y así lo hicimos. Mientras
caminábamos nos llamó la atención el techo, en el cual había una escena de la
Divina Providencia, de Pietro da Cartona.
Donde quiera que
miráramos, nuestras almas se engrandecían, pues por doquier había obras
maestras de los más renombrados pintores de las diferentes épocas, no obstante;
continuamos nuestro recorrido y en una de las paredes nos encontramos con María
Magdalena, la mujer que fue acusada de prostituta, sin duda un error, tal vez bien
intencionado, pero mal ejecutado, pues nadie pinta una santa si no es santa, y
eso fue lo que hizo Piero Di Cosimo y así, yendo de una a otra sala nos topamos
con una de las obras maestras de Andrea del Sarto — La sagrada Familia— Y
seguíamos andando. Donde quiera que miráramos había una obra digna de
admiración, hasta que sentí olor a sangre. Al mirar hacia uno de los oleo. Allí
estaba Judith, cautivadora, bella, deseable, pero sin duda que la maldad estaba
metida en su alma, pues con su espada estaba degollando a Holofernes —obra de
Caravaggio—. De inmediato abandonamos la sala, no fuera a ser que la muy
desgraciada cogiera vida y también quisiera cortarnos la cabeza al creer que
éramos sus enemigos.
Y seguimos andando y,
llegamos a otra de las salas, y cual sorpresa, allí estaba Beatrice Cenci,
—obra de Guido Reni—. La miré a la vez que le sonreí, entonces me di cuenta de
que aún vivía, pues también ella me sonrió, por lo que estoy convencido de que
siempre tendrá vida, pues fueron los hombres quienes la hicieron inmortal al
cortarle la cabeza.
El tiempo pasaba mientras
nosotros continuábamos recorriendo el palacio, hasta que dimos por terminada
nuestra visita, de inmediato nos dirigimos en busca del metro Barberini, con el
fin de comenzar otra aventura, por supuesto, después de un descanso y reponer
energías.
Apuntes del Palacio Barberini.
El palacio Barberini es
considerado uno de los más ilustrativos en el estilo barroco. Los inicios de su
edificación datan del año 1625, y su diseño se debe al arquitecto Carlos
Maderno, aunque en su construcción también tuvieron participación Borromini y
Bernini. No hace mucho, este palacio estuvo ocupado por una élite del ejército.
La obra se terminó en el año 1633, aunque en la actualidad está en reparación —junio
2011—.
El palacio había sido
adquirido por Maffeo Barberini, miembro de una de las familias más poderosa de
Florencia— quien fue elegido papa, adoptando el nombre Urbano VIII—. Al cabo
del tiempo lo entregó a su sobrino, Tadeo Barberini, el cual lo reconstruyó.
El palacio Barberini es parte de la Galería Nacional de
Arte Antiguo y del Instituto Italiano de Numismática. En 1949 el gobierno
italiano se hizo cargo del mismo.
Entre las obras que se
encuentran en exposición podemos resaltar:
La anunciación, de Filipo
Lipi; Natividad con San Lorenzo y San Andrés, de Antoniazzo Romano; Santa María
Magdalena, de Piero di Cosimo; La Familia Sagrada, de Andrea d ‘Agnolo; La
Fornarina, de Rafael Sanzio; Portarretrato de un Caballero, de Bartolomeo Beneto;
Santa Catalina de Alejandría, de Callisto Piazza da Lodi; Bautismo de Cristo,
de El Greco; Portarretrato de Beatrice Cenci, de Guido Reni; La Flagelación de
Cristo, de Guercino; Santa María Magdalena, de Simon Vouet; Judith cortándole
la cabeza a Holofermes, de Caravaggio; y muchas obras más.