viernes, 17 de octubre de 2014

PALACIO BARBERINI, ROMA

        Crónica 14
        Palacio Barberini.

            Había oído hablar tanto de ella y de Rafael Sanzio que al enterarme de que en el palacio Barberini había un oleo que la representaba quise llegarme al lugar, por supuesto; a mi esposa nada le dije de cuales eran mis verdaderas intenciones, pues yo sabía que ella, —la Fornarina— había llevado a Rafael a la muerte por exceso de sexo, razón por lo cual yo quería conocerla, pues no todos los hombres tienen la suerte de morir por amor.
            Recuerdo que nos habíamos bajado en el metro Barberini y caminábamos por la vía delle Quattro Fontane, en busca del palacio. Al llegar, lo primero que vimos fue una fuente, la cual dejaba mucho que desear si se comparaba con otras de Roma, pero como mi interés no radicaba en la fuente; sino en el oleo de la Fornarina, pagamos nuestras entradas y entramos al palacio, en el que no pude hacer uso de mis cámaras para guardar los recuerdos de la visita, por lo que no me quedó más remedio que comprar un libro, si es que quería entender mejor las obras que en el se exhibían.
            Ya en el mismo, Margarita fue hacia una de las salas, y yo a otra, en la cual, en una cama invisible, colgada a la pared estaba ella, más provocativa que nunca, con los senos al aire y con cierto aire de candidez. Sin embargo; su verdadera intención era provocar con su belleza a quienes allí llegaban, sobre todo; a los hombres. Sin duda que Rafael, al no poder complacerla en todo momento, la hizo suya para siempre al plasmarla en un oleo, no obstante, ella pudo más, y un día, cuando él tan solo tenía 37 años, partió del mundo de los vivos. Y allí quedaba ella, esperando a otros hombres para seguir con su orgia de amor. Mientras la observaba, me guiñó un ojo, a la vez que me hizo una señal moviendo cuatro de sus dedos de la mano derecha para que me acercara. Yo cerré los míos, pues creía que era una ilusión óptica lo que había visto. Sin embargo; ella, al ver mi indecisión se dirigió a mi e me dijo. “Ven por mi, que seré tuya” Entonces, en vez de acercármele, me alejé a toda carrera, yendo en busca de mi esposa, pues yo no quería terminar mis días cono el famoso pintor. Al llegar donde estaba Margarita me vio sudoroso, al tocarme se dio cuenta de que yo estaba más frio que un témpano de hielo por lo que me preguntó.
—¿Qué te pasa, qué estás tan frio?
            —Nada —le dije—, aunque tal vez me bajó la presión, pero no te preocupes. Ya me siento mejor. Sigamos recorriendo el palacio Barberini que hay mucho que ver.
            Y así lo hicimos. Mientras caminábamos nos llamó la atención el techo, en el cual había una escena de la Divina Providencia, de Pietro da Cartona.
            Donde quiera que miráramos, nuestras almas se engrandecían, pues por doquier había obras maestras de los más renombrados pintores de las diferentes épocas, no obstante; continuamos nuestro recorrido y en una de las paredes nos encontramos con María Magdalena, la mujer que fue acusada de prostituta, sin duda un error, tal vez bien intencionado, pero mal ejecutado, pues nadie pinta una santa si no es santa, y eso fue lo que hizo Piero Di Cosimo y así, yendo de una a otra sala nos topamos con una de las obras maestras de Andrea del Sarto — La sagrada Familia— Y seguíamos andando. Donde quiera que miráramos había una obra digna de admiración, hasta que sentí olor a sangre. Al mirar hacia uno de los oleo. Allí estaba Judith, cautivadora, bella, deseable, pero sin duda que la maldad estaba metida en su alma, pues con su espada estaba degollando a Holofernes —obra de Caravaggio—. De inmediato abandonamos la sala, no fuera a ser que la muy desgraciada cogiera vida y también quisiera cortarnos la cabeza al creer que éramos sus enemigos.
            Y seguimos andando y, llegamos a otra de las salas, y cual sorpresa, allí estaba Beatrice Cenci, —obra de Guido Reni—. La miré a la vez que le sonreí, entonces me di cuenta de que aún vivía, pues también ella me sonrió, por lo que estoy convencido de que siempre tendrá vida, pues fueron los hombres quienes la hicieron inmortal al cortarle la cabeza.
            El tiempo pasaba mientras nosotros continuábamos recorriendo el palacio, hasta que dimos por terminada nuestra visita, de inmediato nos dirigimos en busca del metro Barberini, con el fin de comenzar otra aventura, por supuesto, después de un descanso y reponer energías.

            Apuntes del Palacio Barberini.
            El palacio Barberini es considerado uno de los más ilustrativos en el estilo barroco. Los inicios de su edificación datan del año 1625, y su diseño se debe al arquitecto Carlos Maderno, aunque en su construcción también tuvieron participación Borromini y Bernini. No hace mucho, este palacio estuvo ocupado por una élite del ejército. La obra se terminó en el año 1633, aunque en la actualidad está en reparación —junio 2011—.
            El palacio había sido adquirido por Maffeo Barberini, miembro de una de las familias más poderosa de Florencia— quien fue elegido papa, adoptando el nombre Urbano VIII—. Al cabo del tiempo lo entregó a su sobrino, Tadeo Barberini, el cual lo reconstruyó.
El palacio Barberini es parte de la Galería Nacional de Arte Antiguo y del Instituto Italiano de Numismática. En 1949 el gobierno italiano se hizo cargo del mismo.
            Entre las obras que se encuentran en exposición podemos resaltar:
            La anunciación, de Filipo Lipi; Natividad con San Lorenzo y San Andrés, de Antoniazzo Romano; Santa María Magdalena, de Piero di Cosimo; La Familia Sagrada, de Andrea d ‘Agnolo; La Fornarina, de Rafael Sanzio; Portarretrato de un Caballero, de Bartolomeo Beneto; Santa Catalina de Alejandría, de Callisto Piazza da Lodi; Bautismo de Cristo, de El Greco; Portarretrato de Beatrice Cenci, de Guido Reni; La Flagelación de Cristo, de Guercino; Santa María Magdalena, de Simon Vouet; Judith cortándole la cabeza a Holofermes, de Caravaggio; y muchas obras más.