martes, 21 de octubre de 2014

GIORDANO BRUNO Y EL BARRIO JUDÍO

       Crónicas 15
        Giordano Bruno y el Barrio Judío

             Eran cerca de las ocho de la mañana cuando salimos de Casa Francis en dirección hacia la estación de San Pietro, paso a paso subimos la pequeña cuesta que nos separaba de la parada del autobús 64. Al llegar, esperamos varios minutos hasta que por una esquina apareció: después de detenerse, un grupo de pasajero se apearon, los cuales, en su inmensa mayoría se dirigieron hacia la estación de trenes, para tomar uno que los conduciría a destino. A su vez, mi esposa y yo, al igual que otras personas abordamos el autobús, apenas dos minutos, este se puso en macha, había recorrido unos cien metros cuando giró hacia la izquierda, adentrándose por la vía della Fornaci. Según se detenía, se fue llenando de pasajeros, hasta que atravesó un túnel, después el puente Vittorio Emanuele II, el cual pasa sobre el río Tíber, teniendo a ambos lados, inmensos árboles conocidos como platanis, dando al entorno un espectáculo maravilloso. Tres paradas más y nos apeamos en la de la Iglesia de San Andrea della Valle, con la misma comenzamos a caminar por una estrecha calle, preguntando de vez en cuando, donde se encontraba la plaza Campo de Fiori. Al obtener respuesta, seguíamos nuestro recorrido. Según nos acercábamos al lugar yo sentía que el calor comenzaba a subirme por el cuerpo. Al llegar a la plaza la temperatura era asfixiante, no prodigado por el astro rey, si no; por los leños que aún estaban encendidos en mi mente, y en el centro de la misma un hombre dando gritos. Hombre estoico que retaba a la iglesia cristiana de aquella época. Poco a poco las llamas fueron dando cuenta de Giordano Bruno: religioso, filósofo, astrónomo, poeta y profesor universitario; en fin, un genio demasiado avanzado para la época de barbarie que vivía la humanidad cristina de aquellos tiempos.
            Él, con sus teorías acerca de la infinidad del espacio, el movimiento de los astros y la existencia de muchos sistemas solares, lo condujeron a una muerte horrible: lo acusaron de blasfemia, herejía, pertinaz, impenitente y otros cargos. Estuvo preso durante ocho años, hasta que fue juzgado y condenado a morir en la hoguera, pasando por el tránsito de la vida a la muerte el 17 de febrero de 1600. Muchos años después, en el medio de la plaza yace su figura cubierta por una capa oscura, la cual apenas deja ver su rostro, y no muy lejos, retorciéndose en el infierno, quienes lo llevaron al martirologio, entre los que se encuentran prelados, cardenales y hasta el papa Clemente XIII, quien ordenó que fuera sometido a juicio. El cual estuvo a cargo de Roberto Francisco Rómulo Belarmino, que por cierto, en la ciudad de Miami, en el estado de la Florida, hay una iglesia que lleva su nombre. El nombre de un fiscal inquisidor que mandó a la hoguera a mucha gente. Belarmino fue beatificado y canonizado por el papa Pío XI en 1930. Sin dudas que en el infierno también se encuentra Giovanni Mocenigo, noble veneciano y supuesto amigo de Giordano, quien lo había hecho venir del extranjero prometiéndole que nada le pasaría, pero el cobarde, al poco tiempo que Giordano puso pie en territorio romano lo entregó a las hordas inquisidoras.
            Yo observaba la plaza y aun veía salir el humo de la hoguera y, hasta a mi olfato llegó el olor de carne quemada, entonces miré hacia su rostro para darle las gracias por haber existido, sobre todo; por ser él como había sido. Muchos hemos aprendido de su legado, no obstante; su voz retumbará por siempre en las almas, si es que la tuvieron, de aquellos hombres malditos, que cuando alguien se les oponía, o no estaba de acuerdo con sus ideas lo acusaban de hereje y le daban candela. Pobres de ellos, pues Giordano, hoy en día, está y estará por siempre vivo en el corazón de sus compatriotas romanos, y por qué no decir; de toda la humanidad, mientras ellos han desaparecido y ni rastro queda, digo; tan solo queda en la mente de los hombres libres el daño que hicieron.
            Después de estar varios minutos en el lugar, nos dirigimos a una de las carpas donde se vendían flores, compré varias y las puse al pie de la estatua, al hacerlo; miré hacia arriba y vi como la capucha que cubría el rostro de Giordano, se corrió hacia un lado, brotando de sus labios una sonrisa por lo que sin duda, fue de su agrado el que de nuevo pudiera estar en contacto con los colores vivos de la naturaleza. A su vez; yo también sonreí, mi esposa que estaba a mi lado me vio feliz, ella pensaba que era porque estábamos disfrutando de nuestras vacaciones en Roma, más no era eso, sino; era que mi alma y la de Giordano tuvieron un pequeño encuentro. Él permanecía allí, estático, viendo lo que sucedía a su alrededor, e incluso; escuchando la música que le llegaba de varios lugares de la plaza, a su vez; Margarita y yo continuamos viaje hacia las entrañas del barrio judío, no sin antes levantar mi mano para decirle adiós, de nuevo la capucha volvió a su lugar. En tanto, en la plaza quedaba la oscura estatua recordándonos que no por matar un cuerpo, pudieron exterminar sus ideas.
            Mientras nos alejábamos, yo afinaba mis oídos con el fin de escuchar a Giordano, y cual sorpresa, al poder escuchar sus últimas palabras en el mundo de los vivos. “Temblad más vosotros al anunciar esta sentencia que yo al recibirla”. Fue expulsado de la iglesia y sus trabajos fueron quemados. No obstante; sus obras serán eternamente siempre. Momentos antes de subir a la hoguera se le ofreció un crucifijo para que lo besara, rechazándolo, pues prefería morir como un mártir, ya que estaba convencido de que su alma subiría junto con el fuego al paraíso.
            Mientras nos acercábamos al barrio judío, mi esposa, de vez en cuando, se detenía para entrar en algunas de las tiendas que se encontraban a nuestro paso, especialmente donde se ofertaban carteras, más los precio, ¡hay los precios!, eran tan exorbitantes que nada compró, por lo que seguimos caminando hasta que llegamos a la plaza Mattei, donde para sorpresa nuestra nos encontramos con la fuente de las tortugas, las cuales daban la sensación de que le temían al agua, pues a punto estaban de caer desde lo alto. La fuente está sostenida por cuatro efebos, los que a su vez tienen un pie apoyado sobre cada uno de los cuatro delfines que se encuentran en el agua. Allí dejamos a las tortugas sin socorrerlas, pues habíamos continuado nuestra aventura. De vez en cuando nos deteníamos y le preguntábamos a algunos de los transeúntes que se encontraban a pasos de nuestro sonido de voz, donde estaba el templo judío, y así, pasos a la derecha, pasos a la izquierda, nos fuimos acercando a la Sinagoga, la más grande de Italia, al verla: quisimos entrar, pero se encontraba cerrada debido a la hora en que llegamos, por lo que tan solo nos conformamos con tomar algunas fotos del exterior; no muy lejos se encontraban las ruinas del teatro Marcelo. Mientras permanecíamos en los alrededores de la sinagoga le preguntamos a un señor donde estaba la Bocca della Veritá. Nos explicó que se encontraba en el pórtico de la iglesia de Santa María en Cosmedin, también le pedimos que nos indicara como llegar al templo de Hércules. Afablemente nos informó que estaba a pocos pasos de la iglesia y que muchos los confundían con el templo de Diana. En fin, caminamos unos cien metros, dejando atrás la sinagoga, a pocos pasos de la misma bajamos una pendiente, y ante nosotros apareció el templo. Nos detuvimos, y ante mis ojos, como por arte de magia, al cielo se elevó una enorme figura, como retándonos. Era Hércules, más como nosotros éramos gente pacíficas…, a los pocos minutos desapareció. Tomamos fotos del lugar y nos dirigimos hacia la iglesia para ver la Bocca della Veritá, cuando apenas habíamos recorrido unos pocos metros, llegamos, pero al ver que había una larga fila de turistas, en las afueras para entrar, desistimos de nuestras intenciones; entonces comenzamos a caminar hasta adentrarnos por otra de las callejuelas del barrio, pero como el hambre hacia estrago en nuestros estómagos, hicimos parada en un restaurante, donde almorzamos; después, seguimos nuestro andar y al doblar en una de las calles, ante nosotros, brillando como una luna llena, se empinaba hacia el cielo el monumento de Vittorio Emanuele II, después de tomar fotos y videos continuamos nuestro paseo hasta detenernos en la parada del autobús 64, el cual abordamos y, media hora después estábamos de regreso en Casa Francis, nos bañamos y descansamos un rato. Ya, en horas del crepúsculo, salimos a cenar y a dar una vuelta por la ciudad para admirar sus monumentos e iglesias en la luz de la noche. Sobre las diez, regresamos e hicimos comunicación con nuestra hija en la Florida, con la cual hablamos, después nos acostamos para recibir el nuevo día que nos esperaba, ya que mucho era lo que teníamos que ver y andar. Apagamos la luz, nos dormimos hasta que el campanario de la iglesia de Nuestra Señora de la Fornaci nos despertó con el agradable tañido de sus campanas, anunciándonos que Roma era nuestra si sabíamos como conquistarla.

            Apuntes de Giordano Bruno y del Barrio Judío
            Corría el año de 1555 cuando el papa Pablo IV expulsó a los judíos de Roma, enviándoles a una zona amurallada en las afueras de la ciudad, donde tan solo había tres puertas, las que permanecían cerradas durante la noche.
            Se dice que el gueto se creó para proteger a los judíos, pues muchas veces eran atacados por las hordas cristianas, aunque estaban sometidos a las altas y bajas del papado.
            En el año de 1870 fue abolido y las murallas que lo rodeaban echadas abajo. A los judíos se les permitió asentarse donde lo desearan. Treinta años después de la abolición del gueto ellos construyeron, lo que es hoy en día, la sinagoga mayor de Italia y la más antigua del mundo occidental. Después de la unificación del país, el rey Víctor Manuel II les otorgó la nacionalidad italiana.
            En 1986 el papa Juan Pablo II visitó la Sinagoga, siendo el primer papa que visita una sinagoga desde la época de los apóstoles, marcando el inicio del abrazo entre ambas religiones.
            No muy lejos del barrio judío se encuentra la iglesia de Santa María en Cosmedín, la cual tiene en el Pronaos una escultura redonda con cara de viejo, donde los ojos, la nariz y la boca están huecos, esta piedra es conocida como la Boca de la Verdad. Aún se desconoce la razón de su origen, aunque se cree que fue la tapa de una alcantarilla. La leyenda dice que quien miente y mete la mano dentro de la boca, la pierde.
            La iglesia pertenece a la época medioeval, y se construyó en lo que hoy se conoce como el Foro Boario. En esta iglesia se eligieron a los papas Gelasio II y Celestino III. Su campanario se ve desde varios puntos de la ciudad. Fue el más alto construido en la antigüedad.
            En el foro Boario también se encuentra el templo de Hércules. De forma redonda y estilo griego, rodeado por columnas de casi once metros de alto. Se supone que su construcción data del año 120 antes de nuestra era, tiene un diámetro de 14.8 metros, aunque es de notar que su techo de tejas no es el original. Este domo es el edificio más antiguo que existe en Roma. En esa época los cristianos destruyeron casi todos los monumentos paganos, o los convirtieron en iglesias, por suerte; esto último fue lo que sucedió con este maravilloso templo, ya que en el año 1132 fue convertido en iglesia, no obstante en el 1475 se le hicieron nuevas restauraciones, y en el siglo XVII fue dedicado a Santa María del Sole. En 1935 fue declarado monumento antiguo.
            Otros de los lugares interesantes, no muy lejos del barrio judío, se encuentra la plaza del Campo de Fiore, en cuyo centro se levanta la estatua de Giordano Bruno. Este es un personaje muy interesante en la historia de Roma, ya que es considerado uno de los propulsores del gran avance científico dentro de las naciones católicas. En 1565 ingresó en la Orden de los Dominicos, después en las filas del Calvinismo, pero al tener grandes discrepancias con Calvino, se separó de él. Giordano fue secretario del embajador de Francia en Londres, profesor de la universidad de Paris. Enseñó filosofía en la universidad de Wittenber, escribió varia obras, entre las que se destaca. “La cena de las cenizas”.
            En el año de 1593 fue encarcelado debido a sus ideas y ocho años después, el 17 de febrero de 1600 murió en la hoguera a manos de los inquisidores.
            No muy lejos, dentro del barrio judío, en la plaza Mattei, se encuentra la fuente de las tortugas, la que originalmente fue diseñada para soportar ocho delfines, pero como no había la suficiente presión de agua, el proyecto no se pudo llevar a hecho en la forma concebida originalmente. Tan solo se colocaron cuatro, esta fuente es obra del arquitecto Giacomo della Porta.
            Lo más llamativo de la fuente son las cuatro tortugas, las cuales no estaban en el diseño original, pues se añadieron, muchos años después, a petición del papa Alejandro VII, se supone que fueron hechas por Bernini.
             En el año de 1979, se robaron una, por lo que para evitar que el mal se repitiera, hicieron copias, que son las que actualmente se encuentran adornando la fuente.