Crónica 27
Basílica de Santa María la
Mayor
Mi esposa y yo veníamos caminando por las calles de Roma,
cuando de repente comenzamos a escuchar el repiquetear de campanas, nos
detuvimos, tratando de averiguar de donde provenía el sonido, después de unos
segundos supimos que surgían de una de las más bellas basílicas de Roma, Santa
María Maggiori —Santa María la Mayor—. Al mirar hacia ella, nos dimos cuenta de
que nos estaba llamando y nos invitaba para que entráramos, pues tenía sus
brazos abiertos —digo, sus puertas— para recibirnos, por lo que Margarita y yo
decidimos aceptar la invitación. Tan pronto pusimos los pies en el interior,
los tañidos de las campanas se extinguieron a fin de que pudiéramos descubrir
la historia que se encontraba entre las paredes de la iglesia y sobre todo;
para que contempláramos las maravillosas obras de arte de pintores y escultores
de las diferentes épocas.
De inmediato nos llamó la atención su techo y el piso,
ambos obras maestras, el primero recubierto en oro. El oro, —según dice la
leyenda— fue enviado por la reina Isabel la Católica de España. El piso es de
estilo cosmatesco, en el que se levantan enormes columnas sosteniendo el dorado
techo, y cuando levantamos la vista, a lo lejos, en el fondo de la nave vimos
el baldaquino, envuelto en cuatro columnas de pórfido rojo. Nos acercamos al
mismo para no perdernos detalle alguno, encima estaba el ábside donde se
encontraba la Virgen en su coronación, acompañada por su único hijo, y a ambos
lados, hileras de ángeles y otros personajes bíblicos. Al mirar hacia la parte
inferior del ábside, descubrimos diferentes especies de aves pintadas. De
inmediato salieron de su letargo y comenzaron a revolotear sobre nuestras
cabezas, tal parecía que querían que les prestáramos atención. Muy cerca de
ellas, se encontraba un pequeño conejo que había cobrado vida, comiendo su
hierba favorita. Las aves, al percatarse de que no le hicimos caso regresaron a
su lugar, mientras el conejo dejó de comer y de moverse, pues ya había saciado
su hambre por lo que nos daba la impresión de que estaba pintado en el ábside,
al menos; eso fue lo que me pareció.
Mientras mi esposa iba por una de las naves tomando
fotos, yo iba por otra con mis dos cámaras, la de fotos y la de tomar
películas, haciendo algo parecido, cuando en un momento dado, perdí la noción
del tiempo trasladándome siglos atrás, encontrándome muy cerca de la capilla
Paulina, donde estaban varios Papas conversando, lo cuales momentos antes descansaban
en sus tumbas. Habían vuelto a la vida. Entre los que reconocí estaba Clemente VIII y IX, Pio y Pablo V, Honorio
III, Nicolás IV y Sixto V.
Me acerqué con sumo cuidado al lugar de la reunión para
no interrumpir y escuchar lo que hablaban, pero no pude entender ni una sola
palabra, ya que se comunicaban en latín, sin embargo; por los gestos de las
manos y las expresiones de sus rostros me di cuenta de que estaban preocupados
por el futuro de la iglesia, no obstante, cuando terminaron la reunión, en cada
uno de ellos había una sonrisa. Seguramente que recibieron un mensaje divino,
asegurándoles que la iglesia nunca desaparecerá, pues cada hombre que cree en
nuestro Señor, es la iglesia en sí mismo. Minutos después en un abrir y cerrar
de ojos habían desaparecidos, entonces regresé al presente y continué mi andar
por la nave central, en eso; una hermosa mujer me hacía señas, yo pensé que era
una turista que quería algún tipo de información, por lo que me le acerqué. Era
bella y hermosa, y cuál fue mi asombro cuando me recordó a la mujer de la
Galería Borghese, entonces reconocí su rostro y su pose medio desnuda. Allí
estaba ella siendo parte de la iglesia de las Nieves, encantadora y seductora,
entonces, al tenerla tan cerca quise poseerla en mis brazos, pero por más que
trataba de aguantarla se me escapaba, hasta que me di cuenta de que su cuerpo
era etéreo, que era su espíritu el que se encontraba en la iglesia, pues era el
lugar de su eterno descanso, aunque sin duda estaba esperando a que algún día
yo también fuera espíritu y no encontráramos, quien sabe…si en el mismo lugar.
Yo la observaba mientras se alejaba y le gritaba sin abrir la boca. —Sin duda que
regresaré Paulina Bonaparte Borghese—. En eso se acercó mi esposa, por lo que
continuamos recorriendo la nave, hasta que nos detuvimos frente al baldaquino,
a un lado del mismo, bajo una lápida blanca se encontraban los restos mortales
de Gian Lorenzo Bernini, entonces Margarita y yo hicimos una oración por su
alma y eterno descanso. Le dimos las gracias por su arte. Nos despedimos de
Gian Lorenzo y tomamos por otra de las naves, cuando ante nuestra vista,
majestuosa nos topamos con una bella escultura de la Virgen María junto al niño
Jesús, —Regina Pacis—ella, con su mano en alto, tal vez pidiéndole a quienes
allí nos encontrábamos que amemos a nuestros semejantes como a nosotros mismos.
Ella se encontraba en el lugar desde que terminó la primera guerra mundial, sin
duda, que orando por la paz, no obstante; en su rostro se reflejaba una enorme
tristeza, debido a la partida de muchos de sus hijos durante el terrible
conflicto.
Dejamos a la Regina Pacis con su dolor y salimos a la
parte posterior de la iglesia, frente a la plaza del Esquilino, donde se
levantaba, hacia el cielo, un obelisco egipcio con una cruz en la cima, el cual
daba la sensación de despedir a quienes allí habíamos llegado.
Apuntes de la Iglesia de Santa
María la Mayor.
Santa
María la Mayor, es una de las cuatro grandes basílicas de Roma y la primera que
se levantó con la llegada del cristianismo dedicada a la Virgen María. Se
encuentra en el monte Esquilino, no muy lejos de la estación de Termini. Su
construcción data del siglo IV, aunque hoy en día apenas queda vestigios de la
iglesia original. La construcción de la basílica se debió a iniciativa del papa
Liberio y del pueblo de Roma en el año 358, rompiendo la tradición de que eran
los emperadores quienes las mandaban a construir. Según dice la leyenda, al
papa se le apareció la virgen en sueño y le indicó el lugar donde quería que le
construyeran la basílica. Al levantarse en la mañana se dio cuenta de que
durante la noche, —que era de verano— había caído una copiosa nevada, por lo
que fue al lugar y dibujó, a escala real, la futura iglesia. Cada 5 de agosto se celebra en ella una misa
en conmemoración del milagro a la Virgen de las Nieves. Durante la cual, desde
el techo se dejan caer pétalos blancos.
Muchos
años después, la iglesia original estaba en tan mal estado que hubo que
reconstruirla, lo cual ocurrió durante el papado de Sixto III. La misma está
compuesta de tres naves paleocristiana, y en cada una de ellas hay dos hileras
de 20 columnas. Las naves tienen 86 metros y medios de largo por 32 y medios de
ancho.
La
iglesia está compuesta por varias capillas, pero hay dos que llaman
poderosamente la atención. La capilla Paulina, también conocida como la capilla
Borghese y la capilla Sixtina.
En
la capilla Sixtina están las tumbas de los papas Sixto V y Pio V, el cual tiene
la gloria de haber derrotado en 1571 —con su ejército— a los turcos en la
batalla de Lepanto, la cual fue la última cruzada, pero a la inversa, ya que
las otras fueron de los cristianos contra el imperio Otomano. Un dato curioso
es que el Papa Sixto V bendijo su propia tumba, muriendo un año después.
La
capilla Paulina es muy parecida a la Sixtina, aunque su construcción se llevo a
cabo 25 años más tarde, fue construida bajo el papado de Pablo V, miembro de la
familia Borghese. La capilla Paulina está dedicada a la Virgen María y a ambos
lados de la misma están las tumbas de los papas Clemente III y Pablo V. El
costo estuvo cerca de los trescientos mil escudos, cantidad exorbitante para la
época. En esta capilla está sepultada Paulina Bonaparte, hermana del emperador
Napoleón.
Otro
de los detalles importante de esta basílica es la misa dominical de las diez de
la mañana, en la cual participa una coral polifónica, formada por hombres, cuya
tradición se remonta a muchos años atrás. Si se está de visita en Roma un
domingo y se tiene tiempo, esta misa es digna de ser presenciada.
Según
cuenta la leyenda, un matrimonio adinerado, que no tuvieron hijos, eran
fervientes devotos cristianos, los cuales donaron su fortuna para la
construcción del templo, tal es así, que después que fallecieron se les sepulto
en la iglesia.
La
iglesia de Santa María la Mayor está dedicada a la Virgen María, en ella se
encuentran las tumba de varios papas, también la de Gian Lorenzo Bernini y la
de San Gerónimo, que por cierto; murió en Belén, pero años después sus restos
fueron trasladados a Santa María la Mayor, donde descansa para la eternidad.
Cuando
se llega a la plaza de Santa María la Mayor lo primero que llama la atención es
la fachada de la basílica y el campanario de la misma, el cual tiene 75 metros
de altura, es el más alto de Roma. Una de las campanas se le conoce como “la
perdida”. El campanario fue construido por el arquitecto Carlos Rinaldi. En el
centro de la plaza se levanta una columna proveniente de la basílica de
Majencio, la cual fue puesta en el lugar por iniciativa del papa Paulo V en el
año 1614 y se le conoce como la columna de la paz. En su cima se encuentra la
virgen María cargando al niño Jesús.