domingo, 29 de marzo de 2015

IGLESIA DE SAN PABLO EXTRAMUROS

       Crónica 25

        Iglesia de San Pablo Extramuros.

            Nos levantamos temprano en el nuevo día y, una vez más cogimos el autobús 64 que nos dejó en la plaza de la República, lugar en donde entramos a la estación del metro de la línea B. Al rato nos apeamos en la estación de Marconi, pues nuestra próxima visita era a la basílica de San Paolo Fuori le Mura—San Pablo Extramuros—.
            A los pocos minutos de estar andando comenzamos a escuchar las campanas de la iglesia, sin duda alguna que se dieron cuenta de nuestra presencia por lo que nos estaban dando la bienvenida. Nos detuvimos por unos segundos para disfrutar del armonioso repicar. Al rato se detuvieron, entonces le dimos las gracias y continuamos. A pocos pasos, sentado en un muro se encontraba una jovencita, la cual tenía el cabello rojo y verde, el cual le caía por encima de los ojos. La joven daba la sensación de que estaba retando a la naturaleza con su belleza, por supuesto, que enfoqué mi cámara hacia ella, pues quería tener en mi haber un recuerdo virgen de la belleza de la mujer italiana, y más aún, si carecía de la maldad humana. Allí la dejamos, pues tenía la impresión de que estaba esperando a alguien, entonces nos despedimos de ella y de las campanas con una sonrisa, apenas había transcurrido dos minutos cuando entramos al templo.
            Tan pronto llegamos, las altas columnas que sostenían el edificio, daban la sensación de que estaban allí para ratificar la bienvenida a los visitantes, por lo que comenzamos a caminar. En eso nos encontrábamos en el centro de la Basílica, al mirar hacia la parte superior, vimos la imagen de todos los papas, desde San Pedro hasta Benedicto XVI, todos estaban envueltos en un pequeño círculo, cuya imagen estaba hecha de pequeños mosaicos. Yo los mirabas para ver si tenía la suerte de poder comunicarme con alguno de ellos, pero no. Aunque dentro de mi escuché una voz que me dijo: “Si quieres hablar con un Papa, llégate al Vaticano, allí lo podrás ver, por supuesto, antes tienes que pedir una audiencia”.
            Sin duda que en esos días no podría cumplir mis deseos, pues mi estancia en Roma era de tan solo nueve días, y algunos ya habían pasado, por lo que al siguiente, cuando pasé por la plaza de San Pedro le di vivas al papa Benedicto XVI y, a su Santidad Juan Pablo II, que se encontraba en el lugar dibujado por una mano amiga.
            Después de reconocer algunos papas, comenzamos nuestro andar por la basílica, en ese momento un cardenal estaba oficiando una misa, por lo que prestamos atención a la misma, pero al no entender lo que decía, continuamos con nuestra visita, yendo de un lugar a otro hasta que nos encontramos con las estatuas de los apóstoles los cuales parecían que conversaban entre sí, sin embargo; por más atención que puse, nada pude escuchar, aunque imagino que hablaban de los problema actuales de la iglesia, especialmente de quienes dicen ser parte de ella y le han echado fango, y así; yendo de un lugar a otro, me acerqué al altar mayor, de inmediato comencé a sentir en mi interior una paz indescriptible, cuando en eso escuché a uno de los visitantes que le decía a uno de sus compañeros “Detrás del altar, está la tumba de San Pablo” En ese momento me di cuenta de la razón de mi paz. Sin duda que provenía desde fondo del altar, pues el apóstol Pablo, una vez más; desde su tumba nos recordaba parte de las palabras que dijo en Roma “A todos los que están en Roma como amado de Dios llamado a ser santo. Que tengan bondad inmerecida y paz de parte de Dios nuestro Padre y de nuestro Señor Jesucristo”
            …Y mi esposa y yo estábamos en Roma, y estábamos en la casa de Pablo, por lo tanto….Después de meditar las palabras del Apóstol, abandonamos el altar regocijados y nos dirigimos al jardín de la iglesia. Allí, en una estatua de piedra, pero lleno de vida, estaba el apóstol recordándonos que la paz solo se logra si uno está en paz consigo mismo.  
            Mi esposa y yo entramos en la librería que hay en el lugar y compramos algunos libros y recuerdos, después salimos de la basílica por la entrada principal, y al mirar hacia los altos de , vimos un maravilloso mosaico del Maestro, el cual se puede distinguir desde la vía Marconi, la que se encuentra al otro lado del Tíber.
            Después de maravillarnos con la fachada del edificio, nos fuimos alejando hasta llegar a un McDonald, donde comimos unas papitas y bebimos una soda. En el lugar le preguntamos a una de las jovencitas que allí trabajaban donde podríamos comprar zapatos de mujer, la cual no informó que en una de las tiendas de la vía Marconi, a unos tres kilómetros de distancia, por lo que tomamos un autobús y nos dejó en el lugar, entramos a la primera de las tiendas que vimos. Yo, me probé un par de zapatos de tacón alto, conocidos como plataformas, pues eran un regalo para nuestra hija, por lo que salimos con una bolsa en la mano.

        Apuntes de la Iglesia San Pablo Extramuros
            Entre todas las iglesias de Roma —que son cerca de 270— San Pablo Extramuros es una de las más importantes y la más grande. La misma se encuentra en los suburbios de la ciudad. Su construcción data del primer cuarto del siglo IV, fue consagrada en noviembre del 324 por el papa Silvestre I, con el transcurso de los años se le hicieron radicales cambios, tanto arquitectónicos como religiosos, los cuales la dieron a conocer como — la Iglesias de los tres emperadores—.
             En más de una oportunidad la basílica fue objeto de saqueos, por lo que el papa Juan VII mandó a fortificarla. Sin embargo; en el año 1823 fue destruida, casi en su totalidad, por un incendio no intencional. Está considerada entre las cinco iglesias más antiguas de Roma. En el fondo del baldaquino y debajo del Arco Triunfal se encuentra la tumba del apóstol San Pablo.
            Es tal su importancia artística e histórica que esta basílica es considerada Patrimonio de la humanidad. La misma fue levantada sobre un cementerio de la antigüedad, en honor a los mártires cristianos enterrados en el lugar.
            Después del desastroso incendio que la destruyó, se comenzó su reconstrucción bajo el papado de León XII, siendo el arquitecto Giuseppe Valadier quien dio comienzo a las obras, pero al poco tiempo las continuó el arquitecto Pasquale Belli, el cual falleció mientras realizaba las obras de reconstrucción, por lo que las mismas continuaron bajo el mando del arquitecto Luigi Poletti. Durante el papado de Pio IX se consagró la nueva basílica, pero en realidad, fue muchos años después cuando se le dio la forma que tiene en la actualidad.
            La basílica está compuesta por cinco edificios y a lo largo y ancho de la misma se encuentran 80 columnas. El largo es de 165 metros y el ancho de 65 y 30 su altura. La parte exterior está sustentada por 146 columnas formando un cuadripórtico de 46 metros de lado y 70 de largo. En el centro del jardín se encuentra una enorme escultura del Apóstol San Pablo empuñando una espada. En la parte exterior de la fachada de la basílica hay un mosaico con Jesús y los apóstoles Pedro y Pablo a ambos costados, más abajo se encuentran los profetas Isaías, Jeremías, Ezequiel y Daniel. Este mosaico puede verse desde el otro lado del río Tíber, si se tiene la suerte de transitar por la avenida Marconi, la cual nosotros tuvimos.
            La grandiosidad de esta basílica es tal que cuando el turista entra en ella, queda perplejo, pues donde quiera que levante la vista se encuentra la obra del hombre hecha vida. Sus columnas, el transepto, el baldaquino, el arco triunfal, el altar papal y las capillas son monumentales, sin embargo, una de las parte que más llama la atención son los mosaicos de los papas que se encuentran en lo alto, siendo Benedicto XVI— el papa 265— añadido; y por supuesto, San Pedro, el primero.

            Sin duda alguna, cualquier visita que se haga a Roma, teniendo o no teniendo tiempo, esta basílica es merecedora de ser conquistada, pues su belleza y religiosidad es digna de admiración y fe. 





IGLESIA DE SANTA MARIA SOPRA MINERVA

Crónica 24


        Iglesia de Santa María Sopra Minerva.

           Margarita  y yo habíamos traspasado el umbral de la iglesia de Santa María Sopra Minerva, pues minutos antes nos encontrábamos en la plaza de la Minerva. Tan pronto entramos en la iglesia nos llamó la atención su construcción, pues hasta ese momento no habíamos visto nada parecido. Su estilo gótico era más que suficiente para salir complacido ante su belleza. Al entrar, nos dimos de narices con el Cristo Redentor, el cual daba la impresión de que nos estaba esperando, pues tal parecía que tenía vida, por lo que no queriendo averiguar más acerca de Él, mi esposa y yo comenzamos a caminar por varios de los pasillos de la iglesia. Margarita a veces se alejaba de mi lado, mientras yo me dedicaba a tomar fotos y videos, otras veces, la veía sentada, por lo que yo continuaba deambulado de uno a otro lado de la iglesia, cuando en eso escucho una voz que me dice:
            —De nuevo nos vemos. 
            Yo miraba hacia todas partes y no reconocí a ninguna de las personas que se encontraban en el lugar, la mayoría eran turistas al igual que nosotros, los cuales no habían escuchado la voz, pues seguían admirando los techos y pasillos de la iglesia, cuando de nuevo volví a escuchar la voz, entonces la reconocía. Días antes, habíamos tenido un coloquio en las cercanías del Castillo de San Ángelo. Era la voz de Catalina de Siena quien allí se encontraba. Cuan asombrado quedé al saber que ella merodeaba por aquellos lugares, entonces me dirigió la palabra, pues se había hecho visible por lo que casi caí de rodillas a sus pies.
            —No es necesario —me dijo cuando vio mi intención—. Solo quiero contarte algo más acerca de mi vida. (leer crónica 11 Castillo y puente de San Angelo)
            —No lo podía creer, sin duda era otro de los milagros que a diario se suceden en la Ciudad Eterna, a espaldas del pueblo romano.            
            —Como es posible que yo pueda escuchar tu voz, si tu cabeza no está en esta iglesia, aquí tan solo se encuentra tu cuerpo, sin embargo; me doy cuenta que tu cuerpo y cabeza están unidos. Se supone que tu cabeza está en Santo Domingo de Siena.
            —Muy sencillo, recuerda que no pertenezco al mundo de los vivos, es mi espíritu quien te habla, por lo tanto, mi espíritu está unido. Lo material de mi cuerpo está dividido en dos partes, uno guardado en una tumba fría de esta iglesia —mi cuerpo— y la otra, —mi cabeza—, está en Santo Domingo de Siena, a los pies de un altar, pero para ti siempre estaré unida.
            —Ahora sé porque el Señor te tiene a su lado. Tú fuiste su “esposa” inmaterial por los siglos de los siglos. Sin duda que Él siempre te tendrá en su regazo.
            —Ahora de dejo para que sigas tu recorrido. Por cierto, tienes para ti y para tu esposa mi bendición. Si acaso algún día vas por Santo Domingo de Siena, continuaremos hablando de mi vida, entonces te contaré mis odiseas como embajadora de buena voluntad entre los hombres.
            Con la misma se produjo un silencio, cuando en eso mi esposa se acercó, sacándome del letargo en que me encontraba, por lo que continuamos caminando, hasta llegar a la tumba del Papa León X. Encaramado sobre la misma se encontraba una estatua de mármol, tal parecía que estaba observando los alrededores, cuando en eso bajó al piso, entonces supuse que no era una estatua la que allí se encontraba, sino el mismo papa en carne y hueso, y que si había bajado era porque estaba cansado de estar en la misma posición, no obstante, allí lo dejamos, por lo que mi esposa y yo continuamos nuestro recorrido, hasta encontrarnos con el Papa Clemente VII, el cual estaba bendiciendo a los turistas y feligreses que llegaban al templo,  —sin que estos se dieran cuenta— entre ellos a mi esposa y a mí. Se le veía abochornado y vencido, pues como político, fue un desastre y como Papa, fueron pocos sus aciertos, no obstante, allí estaba esperando una nueva oportunidad para enmendar sus errores.
            Al igual que el papa anterior, lo dejamos atrás con sus éxitos y fracasos, por lo que nosotros seguimos nuestro andar hasta que una vez más, nos encontrarnos con otra tumba, la de Benedicto XIII, se le veía grueso, sin duda de comer tanto huevo de una receta personal, a tal punto que la misma se conoce como “huevos benedictinos”. En eso, el Papa se levantó de su tumba y nos dijo algunas palabras en latín, lenguaje que no entendimos, sin embargo, aprovechando de que él hablaba varios idiomas le pregunté en español.      
           —Su santidad, ¿cómo fue posible que usted estuvo a punto de quebrar el estado Vaticano con su mala administración? ¿Y cómo es que no aceptó la congregación del movimiento de los “Católicos Viejos” al desautorizar al arzobispo de Ultrecht, Cornelius Steenhoven, creando un problema de tal magnitud que aún existe en el siglo actual?
            —Hijo, me dijo —sin duda alguna que no fui iluminado por el Señor —me dijo y con la misma volvió a su posición de reposo eterno.
            Margarita y yo seguimos deleitándonos con las diferentes esculturas y frescos, entre los que vimos a la santísima virgen Santa Rosa de Lima, con un ramo de flores a sus pies, la cual se veía feliz de encontrarse en tan magno templo. Y así, yendo de uno a otro lado llegamos hasta los baños. Al querer salir el tiempo había pasado y, cuando quisimos abandonar el lugar supimos que las puertas estaban cerradas, lo que nos impedía la salida, en eso nos dimos cuenta de que nuestros cuerpos y mentes se trasladaron siglos atrás. Mientras buscábamos la salida nos topamos de narices con la sacristía de los Dominicos, y cual sorpresa nos llevamos, pues en el lugar se encontraban 18 cardenales, para nombrar a un nuevo papa, ya que el anterior, Eugenio IV hacía nueve días que había fallecido, por lo que mi esposa y yo estábamos fuera de época, quedando sorprendidos por lo extraño de la situación, momentos antes nos habíamos escondido tras una columnata y escuchábamos a los cardenales con una discusión, en eso cerraron las puertas, y expulsaron a varios nobles que se encontraban en el interior, aunque nosotros seguíamos escondidos, e incluso ya no podíamos salir, pues sabría Dios de que nos hubieran acusado, por lo que permanecimos ocultos y en silencio, esperando la primera oportunidad para escapar, cuando en eso, uno de los cardenales cogió la palara para anunciar las reglas de la elección del nuevo Papa. Sin duda, que íbamos a ser testigos de algo maravilloso, nada más y nada menos que la elección de un nuevo papa, esto sucedía a comienzos de marzo del año de 1447. Al siguiente día de comenzar la reunión, después de varias votaciones el cardenal Tommaso Parentucelli fue elegido como el nuevo Papa, adquiriendo el nombre de Nicolás V, en honor a su maestro.
            Tan pronto se dio a conocer al pueblo de Roma, la elección del nuevo papa, pudimos abandonar la iglesia de Santa María Sopra Minerva, estábamos hambrientos, aunque no sedientos. Cuando vimos la luz, el tiempo volvió al presente, en ese momento dos turistas en el siglo XXI habían vuelto a encontrar la libertad en la Ciudad Eterna.

        Apuntes de la Iglesia de Santa María Sopra Minerva.
            El terreno en que se construyó la iglesia fue donado por el papa Alejandro IV a los monjes Dominicos entre los años 1254 a 1261. En 1280, durante el papado de Nicolás III, se comenzó la construcción de la iglesia de Santa María Sopra Minerva, terminándose en el año 1380, por el escultor Carlos Maderno. La iglesia se alzó sobre un templo dedicado a la diosa Minerva, aunque en la actualidad se sabe que el templo estuvo dedicado a la diosa egipcia Isis.
            Entre las característica que posee esta iglesia está la de ser la única gótica de Roma y la de tener bajo el altar mayor el cuerpo de Santa Catalina de Siena, no así su cabeza, que se encuentra en el lugar donde nació.
            Según cuenta la leyenda, los campesinos de Siena querían sepultar a la santa en su pueblo natal, pero como no podían trasladar el cadáver, decidieron llevar su cabeza, la cual pusieron en una alforja. Durante el trayecto fueron requisados por los guardias, quienes al abrir la alforja la encontraron llena de pétalos de rosas, sin embargo; cuando llegaron a Santo Domingo de Siena, al abrir de nuevo la alforja, en la misma se encontraba la cabeza de la santa.
            En la iglesia de Santa María Sopra Minerva se encuentran las tumbas de los papas Paulo IV y León X, Benedicto XIII, Clemente VII, y de otros ilustres personajes de las historias, tanto religiosos como civiles.
            En el año 1633 tuvo lugar en esta iglesia uno de los juicios más importantes de la humanidad en todos los tiempos, siendo el astrónomo Galileo Galilei acusado de herejía y bajo la amenaza de ser condenado a muerte si no se retractaba de sus teorías con respecto a que la tierra giraba alrededor del sol.
            La iglesia guarda dentro de sus paredes obras de incalculable valor, entre las que más llaman la atención está la del Cristo Redentor, creación del genial Miguel Ángel Buonaroti y sus alumnos. De las capillas, la más importante es la de Carafa, la que está adornada con frescos del pintor Filippino Lippi. También en esta iglesias se encuentran varias obras de Gian Lorenzo Bernini y otros maestros de las arte; tanto pictóricas como escultóricas.
            En dos ocasiones se celebraron cónclaves papales, en el 1431 fue elegido el Papa Eugenio IV y en el segundo; en el año de 1447 Nicolás V. Otro de los detalles curiosos que guarda este santuario es que entre sus tumbas se encuentra la de Diotisalvi Neroni, quien estuvo envuelto en un complot para asesinar al noble Don Pedro de Médici, famoso personajes de la historia, no por sus buenos hábitos y costumbres, sino todo lo contrario, e incluso; asesinó a su primera esposa.









PLAZA DE LA MINERVA

            Crónica 23

        Plaza de la Minerva.

            En la mañana habíamos estado en la catedral de San Giovani in Laterano y en la capilla de la Santa Escalera y por la tarde comenzamos a caminar por las calles de Roma en busca de tiendas donde vendieran retazos de telas, pues mi esposa quería comprar algunos. Al entrar en una se dio banquete con la vista, aunque no hizo compra en el lugar, pues los precios eran en extremos altos, sin embargo; no se dio por vencida y continuamos nuestro andar hasta que dio con otra, con precios más asequibles. Entró en la misma compró varios retazos. Después hicimos un paréntesis para almorzar, al rato comenzamos a caminar por otra de las calles, cuando ante nosotros apareció un pequeño obelisco de granito rojo, con casi cinco metros y medio de alto, siendo considerado el más pequeño de todos los obeliscos de Roma —once en total—, el que al ser tan pequeño, lo subieron sobre un elefante, como si quisieran hacerlo más alto. En ese momento me di cuenta de que estaba en la plaza de la Minerva, a pocos metros del Panteón de Agripa y frente a la iglesia de Santa María Sopra Minerva. Nos detuvimos por unos minutos —mi esposa iba a mi lado—, viendo como el pobre elefante se quejaba del enorme peso que le habían puesto encima, pero sin duda, ese era su calvario, ser la base de un obelisco Egipcio, y no conforme con tener encima a un obelisco, en la parte inferior —a pedido del papa Alejandro VII—, se escribió un epígrafe el cual dice: “Esta es la muestra de una mente fuerte para mantener un sólido conocimiento”. Sin duda alguna que al pobre elefante nunca le preguntaron si era capaz de soportar tal peso, no obstante, se le veía contento, pues le han reconocido su capacidad de recordar, tal es que hay un dicho que lo atestigua: “Tiene más memoria que un elefante”, aunque a veces también se le ve muy disgustado, sobre todo; cuando lo llaman “El pollo de la Minerva”.

        Apuntes de la Plaza de la Minerva.
            La plaza de la Minerva está en un pequeño terreno, localizada a pocos metros del panteón de Agripa, y a pocos pasos de la iglesia de Santa María Sopra Minerva. En el centro de la plaza se encuentra un obelisco egipcio de 5.47 metros de altura, proveniente de la ciudad egipcia de Saís. Fue traído durante el gobierno del emperador Diocleziano, siendo colocado en el templo de Isis —muy cerca de la localización actual. El obelisco está montado sobre un pequeño elefante, diseñado por Bernini y esculpido por uno de sus alumnos —Ercole Ferrata— en 1667 el papa Alejandro VII ordenó ponerlo en el lugar actual. También se le conoce como el “Pollo de la Minerva”, debido a su pequeño tamaño.




                                                      PLAZA DE LA MINERVA