Crónica 25
Iglesia de San Pablo Extramuros.
Nos
levantamos temprano en el nuevo día y, una vez más cogimos el autobús 64 que
nos dejó en la plaza de la República, lugar en donde entramos a la estación del
metro de la línea B. Al rato nos apeamos en la estación de Marconi, pues
nuestra próxima visita era a la basílica de San Paolo Fuori le Mura—San Pablo
Extramuros—.
A los
pocos minutos de estar andando comenzamos a escuchar las campanas de la
iglesia, sin duda alguna que se dieron cuenta de nuestra presencia por lo que
nos estaban dando la bienvenida. Nos detuvimos por unos segundos para disfrutar
del armonioso repicar. Al rato se detuvieron, entonces le dimos las gracias y
continuamos. A pocos pasos, sentado en un muro se encontraba una jovencita, la
cual tenía el cabello rojo y verde, el cual le caía por encima de los ojos. La
joven daba la sensación de que estaba retando a la naturaleza con su belleza,
por supuesto, que enfoqué mi cámara hacia ella, pues quería tener en mi haber
un recuerdo virgen de la belleza de la mujer italiana, y más aún, si carecía de
la maldad humana. Allí la dejamos, pues tenía la impresión de que estaba
esperando a alguien, entonces nos despedimos de ella y de las campanas con una
sonrisa, apenas había transcurrido dos minutos cuando entramos al templo.
Tan
pronto llegamos, las altas columnas que sostenían el edificio, daban la
sensación de que estaban allí para ratificar la bienvenida a los visitantes,
por lo que comenzamos a caminar. En eso nos encontrábamos en el centro de la
Basílica, al mirar hacia la parte superior, vimos la imagen de todos los papas,
desde San Pedro hasta Benedicto XVI, todos estaban envueltos en un pequeño
círculo, cuya imagen estaba hecha de pequeños mosaicos. Yo los mirabas para ver
si tenía la suerte de poder comunicarme con alguno de ellos, pero no. Aunque
dentro de mi escuché una voz que me dijo: “Si quieres hablar con un Papa,
llégate al Vaticano, allí lo podrás ver, por supuesto, antes tienes que pedir
una audiencia”.
Sin duda
que en esos días no podría cumplir mis deseos, pues mi estancia en Roma era de
tan solo nueve días, y algunos ya habían pasado, por lo que al siguiente,
cuando pasé por la plaza de San Pedro le di vivas al papa Benedicto XVI y, a su
Santidad Juan Pablo II, que se encontraba en el lugar dibujado por una mano
amiga.
Después
de reconocer algunos papas, comenzamos nuestro andar por la basílica, en ese
momento un cardenal estaba oficiando una misa, por lo que prestamos atención a
la misma, pero al no entender lo que decía, continuamos con nuestra visita,
yendo de un lugar a otro hasta que nos encontramos con las estatuas de los
apóstoles los cuales parecían que conversaban entre sí, sin embargo; por más
atención que puse, nada pude escuchar, aunque imagino que hablaban de los
problema actuales de la iglesia, especialmente de quienes dicen ser parte de
ella y le han echado fango, y así; yendo de un lugar a otro, me acerqué al
altar mayor, de inmediato comencé a sentir en mi interior una paz indescriptible,
cuando en eso escuché a uno de los visitantes que le decía a uno de sus
compañeros “Detrás del altar, está la tumba de San Pablo” En ese momento me di
cuenta de la razón de mi paz. Sin duda que provenía desde fondo del altar, pues
el apóstol Pablo, una vez más; desde su tumba nos recordaba parte de las
palabras que dijo en Roma “A todos los que están en Roma como amado de Dios
llamado a ser santo. Que tengan bondad inmerecida y paz de parte de Dios
nuestro Padre y de nuestro Señor Jesucristo”
…Y mi
esposa y yo estábamos en Roma, y estábamos en la casa de Pablo, por lo
tanto….Después de meditar las palabras del Apóstol, abandonamos el altar
regocijados y nos dirigimos al jardín de la iglesia. Allí, en una estatua de
piedra, pero lleno de vida, estaba el apóstol recordándonos que la paz solo se
logra si uno está en paz consigo mismo.
Mi
esposa y yo entramos en la librería que hay en el lugar y compramos algunos
libros y recuerdos, después salimos de la basílica por la entrada principal, y
al mirar hacia los altos de , vimos un maravilloso mosaico del Maestro, el cual
se puede distinguir desde la vía Marconi, la que se encuentra al otro lado del
Tíber.
Después
de maravillarnos con la fachada del edificio, nos fuimos alejando hasta llegar
a un McDonald, donde comimos unas papitas y bebimos una soda. En el lugar le
preguntamos a una de las jovencitas que allí trabajaban donde podríamos comprar
zapatos de mujer, la cual no informó que en una de las tiendas de la vía
Marconi, a unos tres kilómetros de distancia, por lo que tomamos un autobús y
nos dejó en el lugar, entramos a la primera de las tiendas que vimos. Yo, me
probé un par de zapatos de tacón alto, conocidos como plataformas, pues eran un
regalo para nuestra hija, por lo que salimos con una bolsa en la mano.
Apuntes de la Iglesia San
Pablo Extramuros
Entre todas las iglesias de Roma —que son cerca de 270—
San Pablo Extramuros es una de las más importantes y la más grande. La misma se
encuentra en los suburbios de la ciudad. Su construcción data del primer cuarto
del siglo IV, fue consagrada en noviembre del 324 por el papa Silvestre I, con
el transcurso de los años se le hicieron radicales cambios, tanto
arquitectónicos como religiosos, los cuales la dieron a conocer como — la
Iglesias de los tres emperadores—.
En más de una
oportunidad la basílica fue objeto de saqueos, por lo que el papa Juan VII
mandó a fortificarla. Sin embargo; en el año 1823 fue destruida, casi en su
totalidad, por un incendio no intencional. Está considerada entre las cinco iglesias
más antiguas de Roma. En el fondo del baldaquino y debajo del Arco Triunfal se
encuentra la tumba del apóstol San Pablo.
Es tal su importancia artística e histórica que esta
basílica es considerada Patrimonio de la humanidad. La misma fue levantada
sobre un cementerio de la antigüedad, en honor a los mártires cristianos
enterrados en el lugar.
Después del desastroso incendio que la destruyó, se
comenzó su reconstrucción bajo el papado de León XII, siendo el arquitecto
Giuseppe Valadier quien dio comienzo a las obras, pero al poco tiempo las
continuó el arquitecto Pasquale Belli, el cual falleció mientras realizaba las
obras de reconstrucción, por lo que las mismas continuaron bajo el mando del
arquitecto Luigi Poletti. Durante el papado de Pio IX se consagró la nueva
basílica, pero en realidad, fue muchos años después cuando se le dio la forma
que tiene en la actualidad.
La basílica está compuesta por cinco edificios y a lo
largo y ancho de la misma se encuentran 80 columnas. El largo es de 165 metros
y el ancho de 65 y 30 su altura. La parte exterior está sustentada por 146
columnas formando un cuadripórtico de 46 metros de lado y 70 de largo. En el
centro del jardín se encuentra una enorme escultura del Apóstol San Pablo
empuñando una espada. En la parte exterior de la fachada de la basílica hay un
mosaico con Jesús y los apóstoles Pedro y Pablo a ambos costados, más abajo se
encuentran los profetas Isaías, Jeremías, Ezequiel y Daniel. Este mosaico puede
verse desde el otro lado del río Tíber, si se tiene la suerte de transitar por
la avenida Marconi, la cual nosotros tuvimos.
La grandiosidad de esta basílica es tal que cuando el
turista entra en ella, queda perplejo, pues donde quiera que levante la vista
se encuentra la obra del hombre hecha vida. Sus columnas, el transepto, el
baldaquino, el arco triunfal, el altar papal y las capillas son monumentales,
sin embargo, una de las parte que más llama la atención son los mosaicos de los
papas que se encuentran en lo alto, siendo Benedicto XVI— el papa 265— añadido;
y por supuesto, San Pedro, el primero.
Sin duda alguna, cualquier visita que se haga a Roma,
teniendo o no teniendo tiempo, esta basílica es merecedora de ser conquistada,
pues su belleza y religiosidad es digna de admiración y fe.