Crónica 11
Castillo y Puente de San
Ángelo
Estábamos en Roma
cuando el almanaque marcaba el nueve de junio del 2011. Esa mañana nos
levantamos cerca de las siete, de inmediato desayunamos y media hora después,
cámaras en mano, salimos de Casa Francis
Bed and Breakfast, —lugar donde nos hospedamos—. Bajamos por la vía Alcide
De Gasperi hasta la de Santa María de la Fornaci, entonces nos adentramos en un
túnel para peatones. Después de atravesarlo y caminar unos cuantos metros,
aparecieron ante nosotros, desafiantes, enormes columnas, las cuales daban la
impresión de encerrar a la plaza de San Pedro. Cientos eran los turistas que se
encontraban en el lugar, y sobre todo; pegado a las columnas del norte, una
enorme fila de a cuatro se extendía por más de cien metros. Quienes allí se
encontraban tenían el propósito de visitar los museos Vaticanos y la Basílica;
sin embargo; nosotros nada teníamos que hacer en aquel lugar, por lo que nos
dirigimos hacia la vía de la Conciliazione
con el fin de llegar hasta el Castillo de San Ángelo, nuestra primera visita
del día. Durante el trayecto, a ambos lado de la vía se encontraban viejos
edificios propiedad del estado Vaticano, en algunos de los cuales tenían sus
sedes las embajadas extranjeras, mientras caminábamos, vimos un autobús que era
abordado por un grupo de militares, quienes llevaban en sus manos instrumentos
musicales, nos apartamos de su camino y continuamos nuestra passeggiata.
Antes de llegar al castillo, atravesamos la piazza Pía, a un costado de la misma,
majestuosa, se erguía una escultura de santa
Catharina di Siena, la cual, tan solo dejaba ver su delicado rostro, aunque
en el mismo se palpaba el dolor que el escultor pudo captar de los estigmas
internos que padeció. Allí nos detuvimos, a los pocos segundos me di cuenta que
la santa había tomado vida. Ella y yo cruzamos una mirada, por lo que le pedí
permiso para tomarle varias fotos, lo cual asintió, en ese momento el dolor que
se palpaba en su rostro desapareció. Sin duda que nos estaba dando la
bienvenida. Al ser la patrona de la ciudad de Roma tenía potestad para tal,
además, de ostentar el título de Doctora de la Iglesia, el cual sólo comparte
con otras dos santas. Ese era nuestro segundo día en Roma, y hasta el momento
todo marchaba a las mil maravillas: segundos después me despedí de ella, a la
vez que le daba las gracias por su sonrisa y por la acogida.
Seguimos caminando dejando tras nosotros a la santa, la
cual daba la sensación de que guiaba el tráfico que se movía en varias
direcciones, después de andar unos cuantos metros, mi esposa y yo llegamos al
Castillo de San Ángelo. De inmediato pagamos nuestras entradas y comenzamos a
subir la escalera helicoidal que nos acercaba a la cima. En un momento dado mi
esposa se alejó unos pocos pasos de mi lado, entonces a mis oídos comenzaron a
llegar gritos de dolor, emitidos siglos atrás. Eran los de Beatrice Cenci, la
cual estaba siendo torturada por los verdugos de la inquisición. Beatrice, en
complot con algunos de sus familiares y su amante, había ajusticiado a su
padre, el cual había cometido incesto en más de una ocasión. El hombre era un
individuo violento y abusivo, pero como era un noble con riquezas, siempre que
cometía una fechoría los tribunales de la época lo absolvían. No pudiendo hacer
nada por Cenci, la dejé gritando de dolor. El verdugo le había amarrado una
soga alrededor de la frente, y con un torniquete iba apretando la misma, no
obstante la joven no confesaba su venganza, más otros hablaron y al final….yo
regresé al presente al no poder soportar tan infame acto.
Después de tan doloroso encuentro con el pasado seguimos
subiendo escaleras, hasta que llegamos a una de las habitaciones de uno de los
niveles. Al entrar en la misma; nuestros ojos se dirigieron hacia una colección
de armas antiguas, algunas de de las cuales fueron usadas por los verdugos para
decapitar a sus víctimas o para torturarlas. Dejamos la macabra habitación
detrás y continuamos nuestro andar, cuando en eso…, algo sobrenatural hizo que
me alejara una vez más del presente, sin saber como, se cruzó en mi camino el
Papa Clemente VII, el cual se veía sudoroso y asustado, entonces se detuvo y me
dijo: “Hijo, ¿qué haces aquí? Huye que las tropas mercenarias del rey Carlos V
de España, vienen a destruirnos”. Yo le miré y le afirmé: “No se preocupe, su santidad,
que eso pasó hace cientos de años”, y era verdad. Ante mí aún se escuchaba el
jadear del Papa, aunque ya más calmado. Allí lo dejé. De inmediato supe que el
hombre había entrado al lugar a través de un túnel secreto que une el Vaticano
con el Castillo de San Ángelo. Al volver a la realidad, me di cuenta que el
espíritu del Papa había desaparecido de mi entorno.
Más como habían muchos más escalones que trepar,
continuamos escalando peldaño a peldaño, hasta que al fin, en lo más altos
vimos el Arcángel Miguel envainando su espada, pero al momento me di cuenta que
la misma apuntaba hacia mi, entonces; queriendo saber que pasaba le pregunté. —
¿Miguel, por qué esgrime la espada de forma tan amenazante contra mi persona?
Con la misma su mano dejo de moverse y me dijo, apenas inaudible: “Amigo mío,
yo estoy en este lugar, cuidando al pueblo de Roma, para que siempre viva en
paz y prosperidad” —a la vez que continuó—. “Si no lo sabes. Yo, quien aquí me
encuentro, no fui el Arcángel original que fue creado por Rafaello da
Montelupo. Ahora soy un Arcángel de bronce, pero para ti, siempre tendré vida.
Recuerda que si andas por malos caminos, un día nos veremos. Bien sabes lo que
les pasa a quienes por esos caminos andan. Como sabrás, este castillo, fue
recinto papal, —me dijo a la vez que continuó—. También, cárcel de martirio, y
sobre todo, en su origen el emperador Adriano quiso hacer de él un panteón para
que sus huesos y los de sus familiares descansaran por siempre aquí, pero con
el transcurrir del tiempo, quienes vinieron después lo convirtieron en prisión,
defensa de la ciudad, centro de tortura y hoy en día es un museo. En fin; ha
sido un lugar bueno y también un lugar malo, no obstante tanto tiempo
acontecido, aún existe, pues yo, desde donde me encuentro, quiero que sea un
recordatorio perenne de las actuales y futuras generaciones, y lo bueno y malo
que pueden ser los hombres. ¡Ah!, se me olvidaba decirte que yo soy una copia
corregida, pues mi original está en los bajos del castillo, asumo que antes de
llegar hasta aquí, te la habrás encontrado en el camino, aunque como es de
piedra, creo que no tiene la facultad de pensar y mucho menos de comunicarse
con los visitantes.
En eso, miré hacia la distancia, y a lo lejos vi algunas
cúpulas de las iglesias de Roma, y aún más distante; el monumento de Vittorio
Emanuele II, cuando quise dirigirme de nuevo al Arcángel, me di cuenta que
había vuelto a su posición, aunque aún empuñaba su espada con el fin de
guardarla. Probablemente, nunca lo hará, pues con ella quiere darle a entender
a los enemigos de Roma, que si necesario fuera, la usará una vez más, igual que
lo hizo cuando alejó la epidemia que asolaba la ciudad en el año 590 y, también
cuando expulsó el mal del paraíso, lo mismo haría con los enemigos que osasen
entrar en la ciudad Eterna.
A los pocos minutos, Margarita y yo bajamos a una de las
plantas inferiores, donde nos encontramos con un pequeño bar, por lo que nos
sentamos alrededor de una mesa donde pedimos dos zumos de naranja, frente a
nosotros había una ventana con forma de arco, por la que pude ver a lo lejos,
revoloteando entre los esbeltos árboles que cubren el Tíber, una gaviota
blanca, la que me señalaba el Vaticano, tal parecía que me invitaba a que lo
visitase, por lo que levanté mi mano derecha asintiendo y, segundos después, el
ave se perdió en la distancia.
En el castillo estuvimos como dos horas. Después de
abandonarlo comenzamos a caminar por el Puente de San Ángelo. A ambos lados se
erguían hacia el cielo, unas veces amenazantes, otras; misericordiosos, ocho
ángeles representando un vía crucis urbano. Respuestas la energías con el zumo
de naranja, nos adentrarmos en otra parte de la ciudad, pues íbamos en busca de
la plaza del Popolo.
Durante la noche regresamos al castillo y al puente de
San Ángelo para verlos iluminados, y cual sorpresa, pues mientras caminábamos
por el puente se me acercó un cuerpo sin cabeza, llevando la misma en una de
sus manos, la cual tenía una larga cabellera. De inmediato la reconocí. Era el
cuerpo y la cabeza de Beatrice Cenci, al verla, las piernas me temblaron, mas
al mirar hacia la cabeza, sus labios me sonrieron. Al instante escuché en lo
más profundo de mi ser que me dijo: “No tengas miedo, que yo no existo en este
mundo, pues hombres macabros me convirtieron en inmortal. Yo estoy aquí para
darte las gracias, pues estoy convencida que si tú hubieras estado en mi época,
habrías evitado que mi cabeza y mi cuerpo fueran apartados”.
En eso cerré los ojos, y me trasladé cientos de años
atrás. ¡Y le vi cuando era amante! Era una joven bella y adorable de tan solo
dieciséis años, sin duda; una mujer feliz, si no hubiera sido por el miserable
de su padre que abusó sexualmente de ella. De nuevo abrí los ojos, por lo que
ella se dio cuenta de mi turbación. Me tomó por una mano, y llevó su cabeza
hacia mis labios y sus labios se unieron a los míos. En eso; mi esposa que
estaba a mi lado, al ver que mis ojos estaban cerrados, me pidió que
regresáramos a Casa Francis, pues la noche hacía rato que había comenzado a
caer. No obstante, miré a mi alrededor. Ya Beatrice había desaparecido de mi
vista. Sin duda que ese día se había dado un nuevo milagro en Roma, pues ella
tan solo se presenta la noche antes del día de su ejecución, la cual se llevó a
cabo el once de septiembre del año 1599, bajo las órdenes del papa Clemente
VIII. Sin duda que esa noche había venido a mi encuentro para darme las gracias
y un beso, el que llevo guardado en mi ser.
Apuntes del
Castillo y del Puente de San Ángelo.
El castillo de San Ángelo y el puente del mismo nombre
son dos de los lugares más concurrido por los visitantes que llegan a Roma. El
castillo se encuentra en la margen derecha del río Tíber, no muy lejos del
Vaticano. Ambos están unidos por un túnel de unos ochocientos metros de largo y
diez de alto. En más de una oportunidad el pasadizo fue utilizado por los papas
para escapar de sus enemigos. El túnel es conocido como el “Passetto di Borgo”
y fue construido en el año 1277 por el papa Nicolás III. En este castillo se
escenifica uno de los actos de la ópera de Puccini, Tosca, en la cual la amante
de Mario, Tosca, se tira desde lo alto suicidándose.
También se conoce como el Mausoleo del emperador Adriano
—el tercero de los cinco emperadores buenos del imperio romano—, quien lo mandó
a construir con el fin de guardar los restos de sus familiares y los suyos,
después que la vida se les hubiera extinguido.
El castillo está compuesto por cinco pisos, en cuyo
centro se encuentra una escalera helicoidal, la cual llega hasta la cámara de
las cenizas. Fue construido en el año 139 de nuestra era, y desde entonces, ha
sido remozado varias veces. Fue panteón y cárcel; en cuyos calabozos, en la
época de la inquisición, se cometieron las atrocidades más terribles que humano
alguno pueda soportar, también fue residencia papal, aposento militar, y por
último; desde el año 1925 es un museo abierto al público.
Transcurría el año 590 cuando el papa Gregorio I salió de
procesión por los alrededores del Castillo de San Ángelo, en su oración le
pidió al Creador que exterminara la peste bubónica que asolaba la ciudad. Al
levantar la vista hacia lo alto del castillo, tuvo la visión de que el arcángel
Miguel se encontraba en el lugar guardando su espada, lo cual él interpretó
como una señal divina. Al siguiente día le comunicó al pueblo que la enfermedad
había llegado a su fin, y aunque es difícil de creer, así ocurrió, a los pocos
días del milagro ordenó que en lo más alto del castillo se irguiera una estatua
del Arcángel, razón por la cual a la fortaleza hoy en día se le conoce como el
Castillo de San Ángelo.
El castillo está unido a la parte sur de la ciudad por el
puente del mismo nombre, el cual solo tiene uso peatonal, en ambos lados del
mismo se levantan varias estatuas de ángeles, entre las que se encuentran: el
ángel de la lanza, el de la inscripciones de San Ángelo, el de la esponja, el
de la cruz, de los clavos, de la fusta, de la corona de espinas, el que tiene
la túnica y los dados, el de la columna y el del sudario. Desgraciadamente,
este puente guarda una triste historia, pues en la edad media fue usado para
ejecutar a los prisioneros delante del pueblo, entre los casos más connotados
se encuentran el de Beatrice Cenci, su hermano y madrastra.