Crónica 16
Villa Borghese
Mi esposa y yo nos habíamos levantado temprano el domingo
12 de junio del 2011 para visitar la Galería Borghese.
Meses antes yo había comprado los boletos vía internet,
pues es menester tenerlos con un mes de anticipación, como mínimo. Nuestra
entrada estaba programada para las nueve de la mañana, por lo que cerca de las
siete y media nos pusimos en camino, no sin antes haber desayunado unos
pasteles, café y zumo de naranja. Cogimos por la vía della Stacione di San
Pietro y…, otras calles, hasta que atravesamos la plaza de San Pedro, saliendo a
la vía di Porta Angelica, que lleva al metro Octaviano. Llegamos a la estación
después estar caminando cerca de veinte minutos. Al rato de entrar, llegó el
tren, nos subimos y tres paradas después nos apeamos en la estación plaza de
España, donde vimos señaladas diferentes salidas: la nuestra era una larga
escalera mecánica en la cual subimos, mientras la escalera se movía, nosotros
caminábamos por ella, a los pocos minutos llegamos a la salida. Al momento nos
dimos cuenta de que estábamos desorientados, por lo que le preguntamos a una
persona donde estaba la galería Borghese, quien nos dijo que la siguieran.
Minutos después llegamos al lugar. Pacientemente esperamos a que fueran las
nueve, tan pronto llegó la hora, un hombre salió del edificio comenzando por
pedir los documentos de los presentes. Quienes allí estábamos traíamos los
recibos que nos acreditaban para entrar al lugar. Tan pronto estuvimos dentro,
nos dirigimos a un mostrador donde dos jóvenes italiana nos dieron una llave
para que guardáramos nuestras pertenencias en un pequeño armario, incluyendo la
cartera de mi esposa, también las cámaras, pues no se permitía tomar fotos ni
videos del interior, donde también nos alquilaron dos audífonos, cuyo costo fue
de un euro cada uno. Nos dieron instrucciones de cómo usarlos , al rato nos
dirigimos hacia una escalera que nos condujo a la segunda planta, pero al
colocarnos los auriculares, la explicación que recibíamos no concordaba con lo
que estábamos viendo, por lo que regresamos al lugar donde no los alquilaron,
entonces los ajustaron y nos dijeron que la entrada a la galería comenzaba
desde el exterior, por lo que tuvimos que salir del edificio, entonces; en ese
momento auriculares, obras de arte y nosotros estábamos en armonía, pero antes
de contar nuestro recorrido e impresiones de las diferentes habitaciones que
visitamos, he de narrar lo que me sucedió cuando entramos por equivocación a una
de las salas.
Mientras caminábamos me llamó la atención una obra de
Gherardo delle Notti, conocida como el Concierto. En la escena, un joven con
bigotes tocaba la viola, mientras una joven pareja le acompañaba cantando, a su
vez; una anciana, —que le faltaban la mayoría de los dientes— se encontraba
detrás de la pareja. La muchacha, una bella cortesana tiene su mano cerca de la
oreja del joven para robarle el pendiente que lleva puesto, a su vez; la vieja
le pide al músico, con un gesto de su mano, que mantenga silencio, mientras yo
observaba la escena, la pintura había tomado vida, por lo que comencé a escuchar
las notas musicales que el joven le arrancaba a su instrumento y los cantares
de la pareja. Estaban interpretando una de las obras de Silvestro Ganassi dal
Fontego, mientras yo me deleitaba con la música, la vieja comenzó a mirarme, a
tal punto que tuve que apartar la vista de ella: sin duda que quería
hechizarme, al darme cuenta de sus malignas intenciones me acerque a mi esposa
y le pedí que abandonáramos la sala antes de que algo terrible sucediera, ya
que la maldad viviente de de la escena me había perturbado y yo quería visitar
los demás salones. Fue entonces que regresamos a rectificar los audífonos para
comenzar el recorrido de la galería Borghese.
Entramos por donde debíamos, lo primero que me llamó la
atención fue un bajorrelieve, donde un joven, Marco Curcio, montado en su
caballo, se lanza a las profundidades de un abismo en el foro romano, a fin de
de que la abertura se cerrara, pues eso le habían dicho los dioses. —Esta obra,
en sus orígenes, no tenía el jinete, el cual fue agregado en el año de 1617 por
Pietro Bernini, el padre de Gian Lorenzo—. La leyenda decía que para que la
ciudad fuera eterna, Roma tenía que lanzar al el abismo lo que más precioso le
era, o sea; las armas y el valor, por lo que el joven, sin pensarlo dos veces
se inmoló por la salvación de la ciudad. Es posible que debido a esta hazaña,
Roma fue bautizada con el nombre de Ciudad Eterna.
Allí me quedé meditando por unos segundos acerca del
valor de los hombres, por lo que la duda se incrustó en mi mente, ya no sabía
si los hombres con valor dejaron de existir, o era que el valor mismo había
desaparecido para no comprometer a los hombres, por lo que no pudiendo
encontrar una respuesta a mis dudas continúamos nuestro andar hasta llegar a la
siguiente sala.
¡Qué maravilla….!
Allí estaba ella casi totalmente desnuda. Yo me le acerqué, pues quería tocarla,
pero una barrera invisible me lo impedía, estaba más bella que nunca,
cautivadora, entregada en cuerpo y alma a quien la deseara, pero no, no era a
mí, ni a nadie, era a los dioses que la habían hecho así. Descansaba sobre un
diván y tenía los senos al aire, retando a las demás mujeres, y sin duda,
ninguna aceptó su reto, pues sabían que ella saldría victoriosa. Ella, Paulina
Bonaparte Borghese, hermana del emperador, yacía allí eternamente viva para
quienes admiramos la belleza de la mujer. Yo quería quedarme a su lado, sin ser
interrumpido, y cuando más entusiasmado estaba, porque pensaba que mis sueños
se iban a cumplir escuché una voz que me dijo. “Te puedes quedar por siempre a
su lado, si así lo deseas, pero recuerda que cuando amanezca te convertirás en
estatua de mármol y nadie podrá verte, aunque por las noches nadie perturbara
tu romance con ella, pero desde el momento en que decidas quedarte, nunca más
podrás salir de este lugar, así que tú decides. Te quedas con ella o sigue tu
camino por este hermoso edificio”
A decir verdad, me hubiera quedado, pero a mi lado iba mi
esposa y no la iba a abandonar en tales circunstancias, por lo que le contesté
a la voz: “Si algún día regreso, y si las circunstancias me lo permiten,
entonces me quedaré por siempre a su lado”
De inmediato me di cuenta que tenía que seguir visitando
las otras salas, por lo que llegamos a la número II, donde majestuosamente
estaba esculpido David con su onda, dispuesto a lanzarla a su enemigo Goliat.
Margarita y yo, por si acaso, nunca le dimos la espalda, no fuera a ser que
fuéramos nosotros quienes recibiéramos la pedrada, pues cuando se está en uno
de estos lugares, uno no vive el presente, sino el pasado, pero si estás allí,
en el pasado, entonces eres parte del presente. De inmediato seguimos caminando
y disfrutando de cuanto arte había por doquier, hasta que llegamos a la sala
III. En el medio de la misma estaba Apolo queriendo poseer a la ninfa Dafne. La
escultura, a mi entender, es perfecta. Sin duda que no fue Bernini quien la
forjó, pues no es posible tanta perfección en dos piedras, por lo que no me cabe
dudas de que fue Dios quien las esculpió con la mano del hombre. Bernini fue
quien usó el cincel y el martillo, pero fue Dios quien trazó los rasgos y le
dio vida, pues cuando frente a la escultura te das cuenta que tiene vida y que
Dios, para evitar que Apolo cometiera una canallada logra que Dafne se
convierta en árbol. A partir de ese momento, donde quiera que haya un árbol,
sin duda que en el mismo estará representada la ninfa Dafne. Allí dejé a Apolo
y a Dafne para quienes vengan después disfruten del amor pagano y de lo que son
capaces de hacer los hombres, cuando de mujeres bellas se trata. Nos
convertimos en Apolo, para poseer a la ninfa de nuestros sueños, pero… Y
seguimos andando y llegamos a la sala de los emperadores, llamada así, porque a
los pies de las paredes hay varios bustos de ellos. Es en esta sala donde otra
bella historia se desarrolla entre bloques de mármol. En el centro de la misma
está Plutón queriendo raptar a Proserpina, la cual grita pidiendo ayuda, pero
nadie aparece, pues el maldito dios la quiere para sí, quienes allí nos
encontrábamos estábamos petrificados, éramos unos inútiles que no fuimos
capaces de levantar nuestros brazos para ayudar a la encantadora joven, sin
embargo; al darme cuenta de la cobardía de todos los presentes, quise
abalanzarme contra el dios para arrancársela, pero el cancerbero, que se
encontraba a su lado, me lanzo una mordida, que si no ando rápido hubiera
desmembrado parte de mi cuerpo, por lo que entonces comencé a soplar y a mirar
fijamente al dios, el cual se fue apaciguando, a tal punto que parece que quedó
hipnotizado, aunque aún seguía sosteniendo a Proserpina en sus brazos. No tenía
las fuerzas para llevársela, por lo que presumo que allí se quedará por
siempre, esperando volver en sí. Al darme cuenta de que la escena se había
detenido en el tiempo, mi esposa y yo continuamos nuestro recorrido por las
demás salas, aunque a veces regresábamos a alguna de las antes vistas, hasta
que llegamos a la sala VIII, ante nosotros se presentó una bella imagen de un
muchacho sosteniendo en sus manos una canasta con frutas, —obra de Caravaggio—,
nos invitaba a que la probáramos, y a punto estuve de acercarme al oleo y tomar
una de las frutas, pues ya el hambre comenzaba a hacer estragos en mi estómago,
cuando estaba a punto de lograr mi objetivo, se nos acercó una de las personas
que cuidaban el lugar y nos dijo que la visita a la galería había terminado, le
hice algunas objeciones de que no había tenido tiempo de ver todas las salas,
mas no hubo solución, mi esposa y yo abandonamos el lugar con la seguridad de
que algún día regresaríamos de nuevo a Roma, pues días antes habíamos tirado
una moneda a la Fontana de Trevi, aunque no de espaldas. Salimos del lugar,
cogimos un pequeño autobús que nos dejó en la plaza Barberini, allí cruzamos la
calle y entramos a un restaurante para almorzar, pues en mi mente aún llevaba
grabado el olor de las frutas del último cuadro que vi en la galería Borghese.
Apuntes de la
Villa Borghese.
Dentro de los terrenos de la Villa Borghese se encuentra,
la Pinacoteca más importante de Roma; conocida como la Galería Borghese,
compuesta por veinte salas, distribuidas en dos pisos, en las cuales hay obras
de Bernini, Rafael Sanzio, Rubens, Tiziano, Bronzino, Lucas Cranach , Canova, José
de Ribera y otros.
El edificio en el que se encuentra la exposición se
construyó entre los años de 1612 a 1616, por los arquitectos Flaminio Poncio y
Giovanni Vasanzio, por encargo del Cardenal Scipione Borghese, sobrino del papa
Paulo V.
En 1902 la villa fue vendida al estado italiano, debido a
su alto costo de mantenimiento, por un poco más de 3 y medio millones de liras.
A finales del siglo XX, el edificio fue restaurado en su totalidad.
Muchas de las colecciones que se encuentran en la galería
fueron compradas, robadas o confiscadas a sus originales dueños, por el cardenal
Scipione Borghese. Sin embargo; años después, el emperador Napoleón Bonaparte,
obligó a su cuñado, Camilo Borghese, quien era el propietario de la villa, a
que le vendiera, a precio de bagatela, más de 500 obras, incluyendo pinturas,
esculturas, vasos, etc., las que en la actualidad están expuestas en el museo
del Louvre.
Entre las esculturas más importantes que se encuentran en
la galería están: el Rapto de Proserpina, la de David con su onda, — cuyo
rostro es el del escultor—, Apolo y Dafne; la Verdad. Estas cuatro obras son
creación de de Gian Lorenzo Bernini—; otra de las esculturas interesantes es la
de Paulina Bonaparte —como Venus Vencedora—,
de Antonio Cánovas.
Entre las pinturas se encuentran las de Caravaggio:
Muchacho con canasta de frutas, autorretrato de Baco, Virgen de los
Palafreneros, San Jerónimo; David con la cabeza de Goliat; de Rafael Sanzio,
Retrato de dama con unicornio, Descendimiento; de Andrea del Sarto: Virgen y el
niño con San Juanito; de Ortolano: Bajada de la Cruz; de Gherardo delle Notti: El
concierto; de Rubens: Lamentación sobre Cristo muerto; de Tiziano Vecellio:
Amor sacro Amor profano y Venus vendando los ojos a Cupido.
En la galería hay muchas otras esculturas, pinturas,
vasos, bustos y pedestales, pero algo que no pasa desapercibido para el recién
llegado son los frescos de los techos y de las paredes y por supuesto, el piso
es una obra de arte.
Nota:
Para disfrutar de estas obras la mejor forma es visitar
la Galería en Roma, de lo contario; comprar el libro: La Galería Borghese y sus
obras Maestras, cuya portada es Retrato de dama con unicornio, o si no; acudir
a la internet buscando el nombre de la obra o el nombre del autor. ¡Suerte!
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