Crónica 24
Iglesia de Santa María Sopra
Minerva.
Margarita y yo habíamos traspasado el umbral de la
iglesia de Santa María Sopra Minerva, pues minutos antes nos encontrábamos en
la plaza de la Minerva. Tan pronto entramos en la iglesia nos llamó la atención
su construcción, pues hasta ese momento no habíamos visto nada parecido. Su
estilo gótico era más que suficiente para salir complacido ante su belleza. Al
entrar, nos dimos de narices con el Cristo Redentor, el cual daba la impresión
de que nos estaba esperando, pues tal parecía que tenía vida, por lo que no
queriendo averiguar más acerca de Él, mi esposa y yo comenzamos a caminar por
varios de los pasillos de la iglesia. Margarita a veces se alejaba de mi lado,
mientras yo me dedicaba a tomar fotos y videos, otras veces, la veía sentada,
por lo que yo continuaba deambulado de uno a otro lado de la iglesia, cuando en
eso escucho una voz que me dice:
—De nuevo nos vemos.
Yo miraba hacia todas partes y no reconocí a ninguna de
las personas que se encontraban en el lugar, la mayoría eran turistas al igual
que nosotros, los cuales no habían escuchado la voz, pues seguían admirando los
techos y pasillos de la iglesia, cuando de nuevo volví a escuchar la voz,
entonces la reconocía. Días antes, habíamos tenido un coloquio en las cercanías
del Castillo de San Ángelo. Era la voz de Catalina de Siena quien allí se
encontraba. Cuan asombrado quedé al saber que ella merodeaba por aquellos
lugares, entonces me dirigió la palabra, pues se había hecho visible por lo que
casi caí de rodillas a sus pies.
—No es necesario —me dijo cuando vio mi intención—. Solo
quiero contarte algo más acerca de mi vida. (leer crónica 11 Castillo y puente de San Angelo)
—No lo podía creer, sin duda era otro de los milagros que
a diario se suceden en la Ciudad Eterna, a espaldas del pueblo romano.
—Como es posible que yo pueda escuchar tu voz, si tu
cabeza no está en esta iglesia, aquí tan solo se encuentra tu cuerpo, sin
embargo; me doy cuenta que tu cuerpo y cabeza están unidos. Se supone que tu
cabeza está en Santo Domingo de Siena.
—Muy sencillo, recuerda que no pertenezco al mundo de los
vivos, es mi espíritu quien te habla, por lo tanto, mi espíritu está unido. Lo
material de mi cuerpo está dividido en dos partes, uno guardado en una tumba
fría de esta iglesia —mi cuerpo— y la otra, —mi cabeza—, está en Santo Domingo
de Siena, a los pies de un altar, pero para ti siempre estaré unida.
—Ahora sé porque el Señor te tiene a su lado. Tú fuiste
su “esposa” inmaterial por los siglos de los siglos. Sin duda que Él siempre te
tendrá en su regazo.
—Ahora de dejo para que sigas tu recorrido. Por cierto,
tienes para ti y para tu esposa mi bendición. Si acaso algún día vas por Santo
Domingo de Siena, continuaremos hablando de mi vida, entonces te contaré mis
odiseas como embajadora de buena voluntad entre los hombres.
Con la misma se produjo un silencio, cuando en eso mi
esposa se acercó, sacándome del letargo en que me encontraba, por lo que
continuamos caminando, hasta llegar a la tumba del Papa León X. Encaramado
sobre la misma se encontraba una estatua de mármol, tal parecía que estaba
observando los alrededores, cuando en eso bajó al piso, entonces supuse que no
era una estatua la que allí se encontraba, sino el mismo papa en carne y hueso,
y que si había bajado era porque estaba cansado de estar en la misma posición,
no obstante, allí lo dejamos, por lo que mi esposa y yo continuamos nuestro
recorrido, hasta encontrarnos con el Papa Clemente VII, el cual estaba
bendiciendo a los turistas y feligreses que llegaban al templo, —sin que estos se dieran cuenta— entre ellos a
mi esposa y a mí. Se le veía abochornado y vencido, pues como político, fue un
desastre y como Papa, fueron pocos sus aciertos, no obstante, allí estaba
esperando una nueva oportunidad para enmendar sus errores.
Al igual que el papa anterior, lo dejamos atrás con sus
éxitos y fracasos, por lo que nosotros seguimos nuestro andar hasta que una vez
más, nos encontrarnos con otra tumba, la de Benedicto XIII, se le veía grueso,
sin duda de comer tanto huevo de una receta personal, a tal punto que la misma
se conoce como “huevos benedictinos”. En eso, el Papa se levantó de su tumba y
nos dijo algunas palabras en latín, lenguaje que no entendimos, sin embargo,
aprovechando de que él hablaba varios idiomas le pregunté en español.
—Su santidad, ¿cómo fue posible que usted estuvo a punto
de quebrar el estado Vaticano con su mala administración? ¿Y cómo es que no
aceptó la congregación del movimiento de los “Católicos Viejos” al desautorizar
al arzobispo de Ultrecht, Cornelius Steenhoven, creando un problema de tal
magnitud que aún existe en el siglo actual?
—Hijo, me dijo —sin duda alguna que no fui iluminado por
el Señor —me dijo y con la misma volvió a su posición de reposo eterno.
Margarita y yo seguimos deleitándonos con las diferentes
esculturas y frescos, entre los que vimos a la santísima virgen Santa Rosa de
Lima, con un ramo de flores a sus pies, la cual se veía feliz de encontrarse en
tan magno templo. Y así, yendo de uno a otro lado llegamos hasta los baños. Al
querer salir el tiempo había pasado y, cuando quisimos abandonar el lugar
supimos que las puertas estaban cerradas, lo que nos impedía la salida, en eso
nos dimos cuenta de que nuestros cuerpos y mentes se trasladaron siglos atrás.
Mientras buscábamos la salida nos topamos de narices con la sacristía de los
Dominicos, y cual sorpresa nos llevamos, pues en el lugar se encontraban 18
cardenales, para nombrar a un nuevo papa, ya que el anterior, Eugenio IV hacía
nueve días que había fallecido, por lo que mi esposa y yo estábamos fuera de
época, quedando sorprendidos por lo extraño de la situación, momentos antes nos
habíamos escondido tras una columnata y escuchábamos a los cardenales con una
discusión, en eso cerraron las puertas, y expulsaron a varios nobles que se
encontraban en el interior, aunque nosotros seguíamos escondidos, e incluso ya
no podíamos salir, pues sabría Dios de que nos hubieran acusado, por lo que
permanecimos ocultos y en silencio, esperando la primera oportunidad para
escapar, cuando en eso, uno de los cardenales cogió la palara para anunciar las
reglas de la elección del nuevo Papa. Sin duda, que íbamos a ser testigos de
algo maravilloso, nada más y nada menos que la elección de un nuevo papa, esto sucedía
a comienzos de marzo del año de 1447. Al siguiente día de comenzar la reunión,
después de varias votaciones el cardenal Tommaso Parentucelli fue elegido como
el nuevo Papa, adquiriendo el nombre de Nicolás V, en honor a su maestro.
Tan pronto se dio a conocer al pueblo de Roma, la
elección del nuevo papa, pudimos abandonar la iglesia de Santa María Sopra
Minerva, estábamos hambrientos, aunque no sedientos. Cuando vimos la luz, el
tiempo volvió al presente, en ese momento dos turistas en el siglo XXI habían
vuelto a encontrar la libertad en la Ciudad Eterna.
Apuntes de la Iglesia de Santa
María Sopra Minerva.
El terreno en que se construyó la iglesia fue donado por
el papa Alejandro IV a los monjes Dominicos entre los años 1254 a 1261. En
1280, durante el papado de Nicolás III, se comenzó la construcción de la
iglesia de Santa María Sopra Minerva, terminándose en el año 1380, por el
escultor Carlos Maderno. La iglesia se alzó sobre un templo dedicado a la diosa
Minerva, aunque en la actualidad se sabe que el templo estuvo dedicado a la
diosa egipcia Isis.
Entre las característica que posee esta iglesia está la
de ser la única gótica de Roma y la de tener bajo el altar mayor el cuerpo de
Santa Catalina de Siena, no así su cabeza, que se encuentra en el lugar donde
nació.
Según cuenta la leyenda, los campesinos de Siena querían
sepultar a la santa en su pueblo natal, pero como no podían trasladar el
cadáver, decidieron llevar su cabeza, la cual pusieron en una alforja. Durante
el trayecto fueron requisados por los guardias, quienes al abrir la alforja la
encontraron llena de pétalos de rosas, sin embargo; cuando llegaron a Santo
Domingo de Siena, al abrir de nuevo la alforja, en la misma se encontraba la
cabeza de la santa.
En la iglesia de Santa María Sopra Minerva se encuentran
las tumbas de los papas Paulo IV y León X, Benedicto XIII, Clemente VII, y de
otros ilustres personajes de las historias, tanto religiosos como civiles.
En el año 1633 tuvo lugar en esta iglesia uno de los
juicios más importantes de la humanidad en todos los tiempos, siendo el
astrónomo Galileo Galilei acusado de herejía y bajo la amenaza de ser condenado
a muerte si no se retractaba de sus teorías con respecto a que la tierra giraba
alrededor del sol.
La iglesia guarda dentro de sus paredes obras de
incalculable valor, entre las que más llaman la atención está la del Cristo
Redentor, creación del genial Miguel Ángel Buonaroti y sus alumnos. De las
capillas, la más importante es la de Carafa, la que está adornada con frescos
del pintor Filippino Lippi. También en esta iglesias se encuentran varias obras
de Gian Lorenzo Bernini y otros maestros de las arte; tanto pictóricas como
escultóricas.
En dos ocasiones se celebraron cónclaves papales, en el
1431 fue elegido el Papa Eugenio IV y en el segundo; en el año de 1447 Nicolás
V. Otro de los detalles curiosos que guarda este santuario es que entre sus
tumbas se encuentra la de Diotisalvi Neroni, quien estuvo envuelto en un
complot para asesinar al noble Don Pedro de Médici, famoso personajes de la
historia, no por sus buenos hábitos y costumbres, sino todo lo contrario, e
incluso; asesinó a su primera esposa.
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